Eduardo Garzón /5/02/2013
La mayoría de las personas
interesadas en economía comparten una creencia muy extendida: “el aumento de la
oferta monetaria provoca inflación” (es decir, que crear dinero aumenta el
nivel de precios). Es por esto que normalmente se rechaza que los bancos centrales
(como el Banco Central Europeo, responsable de la creación de dinero oficial)
cree dinero a través de cualquier tipo de mecanismo (como la compra de deuda
pública, que reduciría
notablemente el coste de la misma), alegando que ello provocaría un
aumento de los precios que resultaría muy perjudicial para la economía. Pues
bien, en este post se ofrece una explicación sencilla de por qué esa afirmación
es radicalmente falsa.
En realidad, y como se comprobará, un aumento de la
oferta monetaria no tiene por qué provocar inflación. Que lo haga depende de
determinados factores que hoy por hoy no se dan en las economías occidentales,
por lo que se podrían crear elevadas cantidades de dinero sin que los precios
aumentasen (1).
La afirmación de que “crear dinero provoca inflación” proviene
del enfoque monetarista propio de la teoría neoclásica, y se basa en una
interpretación sesgada de la famosa teoría cuantitativa del dinero. En este
post se critica esa interpretación recurriendo a los planteamientos de los
economistas adscritos a la teoría monetaria moderna, y en particular, de
autores como John T. Harvey, Eric Tymoigne o Michael Hudson.
La formulación básica de la teoría cuantitativa del dinero es la siguiente: M x V = P x Y, donde
“M” es la cantidad de dinero en circulación, “V” es la velocidad de circulación
del dinero (la frecuencia con la que el dinero cambia de mano en mano), “P” es
el nivel promedio de precios, y “Y” es la producción real (la cantidad de
bienes y servicios vendidos). Con un ejemplo (2) se entenderá mejor la
identidad matemática: si se venden 10 productos por 1 euro cada uno, eso quiere
decir que los compradores se tuvieron que gastar 10 euros en total. Pero si en
la economía sólo hubiese 5 monedas de un euro, eso quiere decir que cada moneda
se tuvo que usar 2 veces. Llevando estos números del ejemplo a la identidad
matemática tenemos:
M x V = P x Y
5 x 2 = 1 x 10
(5 por las cinco monedas de un euro, 2 por el número de veces
usado cada moneda, 1 por el precio medio de los productos, y 10 el número de
productos vendidos. Como se puede comprobar, la ecuación se cumple porque la
parte situada a la izquierda del signo “=” coincide en su valor con la parte
situada a la derecha).
Ahora veamos qué ocurre con esta ecuación si se creara dinero
oficial (“M”), imaginando que se crean 5 monedas nuevas. Ahora “M” pasaría a
ser 10, porque hay 10 monedas de un euro en nuestra economía (el cambio se
refleja en letra negrita).
M x V =
P x Y
10 x 2
> 1 x 10
Ahora la parte de la izquierda de la ecuación es mayor que la
parte de la derecha. Puesto que hablamos de una identidad matemática, la parte
de la izquierda debe ser necesariamente igual a la de la derecha, por lo que
algún elemento de nuestra ecuación debe cambiar. ¿Pero cuál? Hay tres
posibilidades.
A) Que “V” se reduzca, pasando de 2 a 1.
En ese caso se cumpliría la igualdad (10 x 1 = 1 x 10). Esto significa que cada
moneda se usaría una vez, y no dos veces como antes.
B) Que “P” aumente, pasando de 1 a
2. En ese caso se cumpliría la igualdad (10 x 2 = 2 x 10). Esto significa que el precio de
cada producto aumentaría a 2 euros cada uno, en vez de a 1 euro como antes.
C) Que “Y” aumente, pasando de 10
a 20. En ese caso se cumpliría la igualdad (10 x 2= 1 x 20). Esto
significaría que en vez de venderse 10 productos como antes, se venderían 20.
Por supuesto, también puede ocurrir que se dé una combinación de
las tres posibilidades, o de dos de ellas. Lo importante es que la igualdad se
cumpla.
El enfoque monetarista -responsable de la visión mayoritaria en
la actualidad- nos dice que inevitablemente se produce la opción B (aumento de
los precios), porque la opción A y la C es imposible que tengan lugar. Según
este enfoque, la opción A (que se reduzca la velocidad del dinero) no puede
ocurrir porque la velocidad es constante ya que la gente tiene sus hábitos de
compra y no los modifica, por lo que gastan su dinero siempre con la misma
frecuencia. Y la opción C (que se vendan más productos) no puede tener lugar
porque según este enfoque las empresas producen siempre todo lo que pueden y
venden siempre toda la cantidad que producen, por lo que no tienen en almacén
más productos para vender ni pueden producir más unidades.
Trasladando todo esto a una explicación a nivel micro: según los
monetaristas, si se creara dinero nuevo y se repartiese entre la gente (3),
estas personas se gastarían ese dinero comprando productos, y puesto que las
tiendas se verían desbordadas por tanta demanda, los vendedores pasarían a
aumentar los precios de sus productos para aprovecharse de la situación. Esto
extendido a toda la economía tendría como resultado un aumento de la inflación
(un aumento generalizado del nivel de precios).
Este planteamiento fue exitosamente difundido y es el
responsable de que hoy día la gente crea que un aumento de la oferta monetaria
provoca irremediablemente inflación (que la creación de dinero aumenta
irremediablemente el nivel de precios). De hecho, es lo que se enseña en las
facultades de economía a los estudiantes.
Pero seguro que llegados a este punto a algún lector le han
asaltado algunas dudas, y seguro que tienen que ver con las siguientes
consideraciones.
En primer lugar, ¿es cierto que la velocidad del dinero es
constante, aunque sea a corto plazo? La evidencia empírica nos dice que no lo
es. Todo el mundo sabe que en época de recesión, como la actual, la gente
consume mucho menos. Algunos porque no pueden consumir más, y otros porque
prefieren ahorrar dinero en un período de malas expectativas económicas. En
nuestro país, por ejemplo, la velocidad del dinero se ha visto rápidamente
reducida en cuestión de meses (el consumo ha caído a niveles muy
reducidos), debido precisamente a la mala coyuntura económica. Por
lo tanto, la evidencia empírica nos demuestra que la opción A sí sería posible.
Es decir, si se creara dinero nuevo no tendrían por qué aumentar los precios
porque la ecuación podría quedar igualada a través del descenso de la velocidad
del dinero (en nuestro ejemplo 10 x 1 = 1 x 10; el precio quedaría intacto a
pesar del aumento de la masa monetaria).
En segundo lugar, ¿las empresas producen todo lo que pueden y
venden todo lo que han producido? Este supuesto es todavía más absurdo que el
anterior. Basta echar un vistazo a cualquier economía para descubrir que no es
así. La inmensa mayoría de empresas nunca producen todo lo que le permiten sus
instalaciones, ni venden todo lo que han producido. Las economías capitalistas
suelen tener un índice de utilización de su capacidad instalada situado entre
el 60% y 90%. Esto quiere decir que las empresas podrían producir 100 pero lo
hacen como mucho a 90 (la explicación se encuentra en que no tienen tantos
clientes como para poner a pleno rendimiento todas sus máquinas y recursos,
como queda reflejado en elinforme
del BCE sobre las pequeñas y medianas empresas, donde se constata
que el mayor problema de las empresas es la falta de clientes). Solamente en
épocas de guerra, cuando las economías estuvieron prácticamente dirigidas por
el Estado, este índice estuvo cercano a 100%. De hecho, en la actualidad este
índice referido a la industria en la economía española ronda
un reducido 67%. Esto quiere decir que si a las empresas españolas
llegaran más clientes no subirían los precios sino que producirían más
productos para vender más y obtener más beneficios. Pudiendo hacer eso no
tendría sentido que aumentaran el precio de sus productos porque podrían de
esta forma empujar a sus clientes potenciales a comprar en alguna empresa
competidora que tuviese los precios más bajos. Además, no poner en
funcionamiento sus máquinas y recursos tiene un alto coste, por lo que sería
más rentable ponerlos a producir. Es decir, que la opción C es perfectamente
factible y de hecho es la más probable que se diese en el caso de un aumento de
la masa monetaria. En otras palabras, si se creara dinero nuevo no tendrían por
qué aumentar los precios porque la ecuación podría quedar igualada a través del
aumento de la producción (en nuestro ejemplo 10 x 2 = 1 x 20; el precio
quedaría intacto a pesar del aumento de la masa monetaria).
Por todo ello, la explicación que resulta más realista es la
siguiente: si se creara dinero nuevo y se repartiera entre la gente, muchas de
estas personas guardarían ese dinero y no lo gastarían para cubrirse en el
futuro de cualquier imprevisto (rebaja del sueldo, pérdida del empleo, subida
del IVA, subida de la luz, etc). Otras muchas personas sí se gastarían el
dinero comprando productos: irían a las tiendas y comprarían lo que quisiesen
pero por el mismo precio al que estaban los productos antes de que se hubiese
creado el dinero, porque los vendedores en vez de subir el precio lo que harían
sería vender los productos del almacén y producir más para satisfacer la nueva
demanda. No aumentarían precios porque ello les resultaría perjudicial ya que
los clientes podrían irse a comprar esos productos a otras tiendas más baratas.
Esto extendido a toda la economía tendría como resultado un aumento de la
producción real del país (“Y”), es decir, el PIB de la economía. Y sin que el
nivel de precios se viese afectado.
Concluyendo. En la actual situación de recesión en la que se
encuentra la economía española y en general las economías europeas, un aumento
de la oferta monetaria no sólo no provocaría inflación sino que además
estimularía la demanda y con ello el PIB. Es por esto que, por ejemplo, resulta
un error garrafal negarse a que el BCE aumente la masa monetaria argumentando
que esa acción causaría inflación, porque acabamos de ver que eso no sería lo
que ocurriría. Si el BCE permitiera aumentar la cantidad de dinero para, por
ejemplo, estimular programas de gasto público que se tradujesen en un
incremento de la demanda agregada, aumentaría la producción de la economía (el
PIB) y sin que se elevara la inflación.
Notas:
(1) De hecho, esto es lo que ha ocurrido
durante estos años con la creación de dinero por parte de los bancos privados y
no de los bancos centrales.
(2) Con este ejemplo y a partir de él, se
obvia la producción de servicios para simplificar la exposición, por lo que se
empleará únicamente el término “productos” como producción real.
(3) Algo que, como trataré de argumentar en el
próximo artículo, no tiene sentido que ocurra en la realidad porque la creación
del dinero oficial no funciona así.
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