08/12/2011
Razmig Keucheyan
Hay una paradoja David Harvey, que nos informa a la vez sobre la obra de Harvey, y sobre la situación de la crítica teórica y política contemporánea /1. David Harvey es en el momento actual uno de los teóricos críticos –era geógrafo de formación- más conocidos. Sus obras están traducidas en varias lenguas, sus teorías son discutidas por los cuatro rincones del mundo. La influencia de sus trabajos se ha hecho notar, además de en la geografía, en numerosas disciplinas, como la sociología urbana, la historia social, o también la economía política.
Sin embargo, Harvey pertenece a una corriente hoy minoritaria en el pensamiento crítico contemporáneo, es decir, el marxismo. Tras su primera obra consagrada a la epistemología de la geografía (Explanation in Geography, 1969), en la que defiende una perspectiva “positivista”, Harvey no ha dejado de afirmar su voluntad de proseguir, actualizándola, la “crítica de la economía política” de Marx.
Da fe de ello de la forma más brillante el imponente libro titulado Limits to Capital, publicado en 1982. Por otra parte, se puede señalar que Harvey dialoga en lo esencial en su obra con el propio Marx, con el Friedrich Engels de La situación de la clase obrera en Inglaterra, pero no con la tradición marxista que vino a continuación. Lenin, Gramsci, Bujarin, Trotski… están relativamente poco presentes en su obra. Respecto a esto, la referencia a Rosa Luxemburg y a su concepción de la acumulación del capital en El nuevo imperialismo (2003), cuando Harvey elabora su teoría de la “acumulación por desposesión”, es algo excepcional.
Da fe de ello de la forma más brillante el imponente libro titulado Limits to Capital, publicado en 1982. Por otra parte, se puede señalar que Harvey dialoga en lo esencial en su obra con el propio Marx, con el Friedrich Engels de La situación de la clase obrera en Inglaterra, pero no con la tradición marxista que vino a continuación. Lenin, Gramsci, Bujarin, Trotski… están relativamente poco presentes en su obra. Respecto a esto, la referencia a Rosa Luxemburg y a su concepción de la acumulación del capital en El nuevo imperialismo (2003), cuando Harvey elabora su teoría de la “acumulación por desposesión”, es algo excepcional.
La constatación de la que se puede partir es pues la siguiente: uno de los pensadores críticos más discutidos y celebrados en el momento actual pertenece a una corriente minoritaria del pensamiento crítico contemporáneo. ¿Cómo comprender esto?
Durante cerca de un siglo, digamos desde finales del siglo XIX al último tercio del siglo XX, el marxismo fue el principal lenguaje en el que se enunció la protesta política. Fue la “columna vertebral” del pensamiento crítico, presente en todos los sectores, desde la economía al feminismo, pasando por la teoría de la cultura o los planteamientos críticos de la cuestión racial. Por supuesto, la influencia del marxismo no fue la misma en todas partes, su profundidad fue variable según los países y movimientos. Por otra parte, el marxismo se ha caracterizado siempre por una gran diversidad, tanto que los tipos de marxismo dominantes según las regiones y las épocas no han sido los mismos. Sin embargo, esta corriente ha sido hegemónica durante cerca de un siglo, y esto no solo en el movimiento comunista (en el sentido amplio), sino también por ejemplo en la socialdemocracia, que no ha dejado de emplear las categorías del marxismo, combinándolas con las del keynesianismo.
Hoy, naturalmente, el marxismo continúa existiendo. Se puede incluso defender la idea de que en el plano de la sofisticación teórica, nunca ha sido tan interesante como en el momento actual. En el terreno del análisis económico, los trabajos de pensadores como Robert Brenner o Giovanni Arrighi –con quien Harvey ha colaborado estrechamente, y con el que ha publicado una apasionante entrevista en la New Left Review en 2009, poco antes de la muerte de Arrighi /2- no tienen equivalentes. En materia de historia de las ideas, raros son los autores que pueden rivalizar con la erudición y el sentido de los problemas de un Perry Anderson. En el terreno de la historia social y de la geografía, autores como Mike Davis y el propio Harvey son muy estimulantes. En ciencias políticas y en teoría de las relaciones internacionales, Benedict Anderson, Robert Cox y Leo Panitch, en estilos diferentes, escriben cosas apasionantes. Habría también que evocar, para ser completo, todo el continente de los autores “postmarxista” y “paramarxistas”: Etienne Balibar, Alain Badiou, Ernesto Laclau, Jacques Rancière, que aún tomando distancias más o menos grandes con el marxismo, continúan siendo influidos por él.
Solo que, si es más apasionante que nunca, el marxismo ha perdido la hegemonía intelectual de que disponía anteriormente sobre la izquierda. No es ya el lenguaje dominante en el que se enuncia la contestación. Por primera vez en su historia, se inscribe en un modo minoritario en un conjunto más amplio de teorías que hay que llamar, a falta de algo mejor por el momento, el “pensamiento crítico”, una expresión vaga donde las haya. Lo que domina en el seno de este último (en Francia igual que en otras partes), es una forma de sincretismo “postestructuralista”, compuesto de conceptos que provienen de las obras de Foucault, Deleuze, Lacan, Baudrillard y algunos otros, y que desde los años 1980 es la nueva lingua franca teórica del pensamiento crítico a escala mundial. La obra de François Cusset French Theory propone una penetrante descripción de esta lingua franca. Este postestructuralismo es por ejemplo dominante hoy en el seno de corrientes como los estudios postcoloniales o los estudios culturales, dos corrientes en su origen marxistas, pero que han evolucionado con el tiempo.
Entonces, ¿cómo explicar que en un contexto dominado por este sincretismo postestructuralista, la obra de Harvey sea a pesar de todo una de las más reconocidas y debatidas? ¿Cómo comprender que una obra tan alejada de este sincretismo haya circulado tanto? Se pueden formular dos hipótesis. La primera es que, anclando firmemente su trabajo en la estela de Marx, Harvey se ha aventurado en el terreno de problemáticas típicamente postestructuralistas o “postmodernas". Es particularmente el caso en uno de sus libros, el más importantes, The Condition of Postmodernity (1990). A la lectura de ese libro, uno queda chocado por la proximidad temática con otras teorías de la postmodernidad (la de Jean-François Lyotard por ejemplo), pero también por el hecho de que Harvey no deja estas problemáticas intactas, las reconfigura de forma que las adapta a sus opciones teóricas marxistas. La idea de “compresiones espacio-temporales” (“space-time compressions”) que elabora intenta así comprender algunos de los rasgos esenciales de la cultura postmoderna. Harvey no deja sin embargo de poner estos rasgos en relación con una característica fundamental del sistema productivo capitalista, a saber, la aceleración constante de la “velocidad de circulación de las mercancías” (la expresión es de Marx) que necesita.
Una segunda hipótesis es que la atracción por los trabajos de Harvey prefigura una evolución a venir en el pensamiento crítico, que es la vuelta al marxismo. Cualesquiera que sean los méritos de Foucault, Deleuze, Derrida y de sus herederos postestructuralistas contemporáneos, la debilidad de esos autores se encuentra en el hecho de que no dicen nada, o no mucho, sobre el capitalismo como tal. Más precisamente, no dicen nada, o no mucho, sobre una característica del capitalismo que nos concierne de forma muy importante, que es su propensión recurrente a atravesar violentas crisis. Desde la crisis de las subprimes de 2007-2008, hemos entrado en una crisis profunda del sistema, que es la manifestación de una crisis larvada de larga duración aparecida en los años 1970, y de la que se puede decir que el neoliberalismo ha sido una tentativa infructuosa de resolverla. La crisis financiera se transmitió en un primer momento a la economía llamada “real” y esta crisis económica está ella misma a punto hoy de contaminar el campo político en su conjunto, como se constata por ejemplo con la crisis europea. Hemos entrado claramente en lo que Gramsci habría llamado una “crisis orgánica”, o “crisis del Estado en su conjunto”.
Sin embargo Harvey, desde los años 1970, con otros marxistas contemporáneos, no ha dejado de interrogarse precisamente sobre las crisis del capitalismo. Su concepto de “spatial fix”, desarrollado particularmente en Spaces of Capital (2001) no es otra cosa que una forma de intentar comprender cómo el capitalismo supera provisionalmente sus crisis. El capitalismo, dice Harvey, no puede jamás resolver verdaderamente sus crisis. Solo puede desplazarlas en el espacio, relanzando la acumulación del capital en regiones en las que las relaciones capitalistas están aún en estado embrionario –hasta la llegada de la próxima crisis. Estaríamos entonces tentados de demandar a Harvey lo que piensa de este “spatial fix” muy particular –porque se acompaña de una construcción política históricamente inédita- que es la crisis de la Unión Europea. En cualquier caso, que la obra de Harvey encierre una teoría de las crisis sofisticada es lo que la hace más actual que nunca, y se puede plantear la hipótesis de que los debates que la rodean irán profundizándose en los años que vienen, a medida que se profundice la crisis del capitalismo.
En lo que sigue, querría subrayar tres características (entre otras) del marxismo de Harvey, a fin de señalar su especificidad en relación a otras formas –pasadas y actuales- de marxismo. En primer lugar, la importancia de Harvey en la cartografía del marxismo contemporáneo da fe del cambio del centro de gravedad de los pensamientos críticos en el mundo anglosajón. A partir de los años 1980 alrededor, los pensamientos críticos se convierten en un asunto principalmente anglosajón, y particularmente estadounidense, por razones que tienen que ver a la vez con la potencia financiera y cultural de las universidades americanas, las derrotas sucesivas del movimiento obrero en Europa y evoluciones internas del marxismo. Esto no significa por supuesto que el marxismo desaparezca de Europa, y tampoco en absoluto que todos los marxistas que trabajan en los Estados Unidos son de origen estadounidense. Una de las características de las universidades americanas es haber absorbido, durante la segunda mitad del siglo XX, pensadores –particularmente críticos- venidos de los cuatro rincones del mundo. Es particularmente el caso en el terreno de los estudios postcoloniales, pero no solo. El hecho de que la carrera universitaria de Harvey, que es de origen británico, se haya desarrollado esencialmente en la costa este de los Estados Unidos es una muestra de este hecho.
Un segundo rasgo distintivo de los trabajos de Harvey es su fuerte contenido empírico. Una de las características del marxismo “occidental” de la segunda mitad del siglo XX (1924-1968) es su carácter relativamente abstracto. Esta abstracción es la consecuencia de las relaciones cada vez más distendidas que los marxistas de esa época mantienen con las organizaciones obreras de su tiempo. Los principales representantes del marxismo occidental que son en particular Adorno, Sartre, Colletti, Marcuse, o también Althusser, son todos filósofos, y a menudo especialistas en epistemología o estética. Las teorías postestructuralistas que he mencionado, que son la mayor parte de las veces debidas a filósofos o incluso pensadores que reivindican la apelación de “teóricos”, vienen a reforzar este “teoricismo” ambiente en los pensamientos críticos contemporáneos.
Harvey no es ciertamente hostil a la teoría. Sus razonamientos se caracterizan a veces por impulsos vertiginosos de generalización. Sin embargo, sus análisis están siempre firmemente anclados en lo empírico, ya sea histórico como en Paris, capital de la modernidad (2003), económico, geográfico o sociológico. Este apego a lo empírico es sin duda en parte una herencia de su pertenencia original al campo de las ciencias sociales, y particularmente la geografía. En todo caso, este punto acerca a Harvey a la generación de los fundadores del marxismo, de Marx a Gramsci, pasando por Engels, Lenin, Rosa Luxemburgo o Trotsky, que en su mayor parte eran marxistas “occidentales”, prácticos de ciencias empíricas. Es un elemento suplementario que hace singular su posición en el campo de las teorías críticas contemporáneas.
Una tercera especificidad de la obra de Harvey es la crítica de la especialización o de la división del trabajo intelectual que la subtiende. Lo que es llamativo en esta obra, y que la acerca también en eso a los clásicos del marxismo, es que ningún sector de la vida social se le escapa. La obra de Harvey incluye, entre otras cosas, una teoría del capitalismo y de sus crisis, una teoría de la cultura postmoderna, una teoría de las clases sociales en su relación con las comunidades territoriales, una teoría del imperialismo, discusiones más “normativas” sobre la justicia y el derecho a la ciudad –y no cito más. En mi opinión, el único marxista contemporáneo que hace coexistir los registros y los terrenos de esta forma, pero de un modo muy diferente a Harvey, es Perry Anderson, cosa que se ve leyendo por ejemplo su última obra consagrada a la Unión Europea. Hay pues en Harvey una negativa muy clara a la especialización en un único objeto.
Este rechazo de la especialización no es una coquetería de intelectuales que aspirarían a formular una opinión sobre todo. Desde el punto de vista marxista, hay un fundamento preciso. El capitalismo es una totalidad (contradictoria), cuya lógica se impone a todos los sectores de la vida social. A fin de comprenderlo y de combatirlo, es indispensable situar la crítica al nivel mismo en que opera el capital, es decir precisamente el de la totalidad. La lucha contra la fragmentación de los saberes es por ello un asunto político de primera importancia, sin embargo tanto más difícil de llevar a cabo en la medida en que la división del trabajo intelectual se acentúa con el tiempo, como lo muestra la historia de todas las disciplinas científicas modernas, ciencias sociales incluidas. Uno de los aportes decisivos de Harvey es así mostrarnos una forma de subvertir esta especialización. La geografía, como repite a menudo el autor del Capitalisme contre le droit a la ville (traducido al francés en 2011 por las ediciones Ámsterdam), es algo demasiado importante para ser dejado solo en manos de los geógrafos. Lo mismo podría decirse de todas las formas de conocimiento.
Notas:
1/ Este texto es la versión escrita de la introducción a una conferencia de David Harvey en la universidad de Nanterre organizada el 21 de noviembre de 2011 por la revista Justice sociale/Social Justice y el polo interdisciplinario sobre la ciudad de esta universidad.
2/ Ver Giovanni Arrighi, « The Winding Paths of Capital. Interview by David Harvey », New Left Review, n° 56, mars-avril 2009.
06/12/2011
Traducción: Faustino Eguberri para VIENTO SUR
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