Robert Johnson / 19/01/2012
Cómo mantener a los economistas desaparecidos de la próxima crisis financiera.
Después de la crisis financiera del 2008, la reina de Inglaterra preguntó a los economistas, "¿Por qué nadie ve la crisis de crédito que viene?" Tres años más tarde, un grupo de estudiantes universitarios de Harvard decidió salir de un curso de Introducción a la economía escribiendo lo siguiente: "Hoy en día, estamos saliendo de su clase, Economía 101, con el fin de expresar nuestro descontento con el sesgo inherente a este curso introducción. Estamos profundamente preocupados por la forma en que esta tendencia está afectando a los estudiantes, la Universidad, y nuestra sociedad en general. "
¿Qué es lo que ha pasado? Esta Rebelión ha sugerido que los economistas, los cuáles estuvieron recientemente en el centro del poder y el liderazgo social, ya no son de confianza. No hace mucho, las principales teorías económicas parecían ser la religión secular de la sociedad. Hoy en día, la economía es una disciplina en descrédito. Es como si la nave estatal se haya separado de su ancla habitual e inesperadamente se estrellara contra las rocas. ¿Cómo pudieron las cosas haber ido tan espectacularmente mal? ¿Y qué es lo que se podría hacer para reparar la economía, y para que los economistas desempeñen un papel productivo en la sociedad?
Tal como el documental Inside Job, ganador del Oscar enseña, existe un mercado muy lucrativo para las falsas visiones de los mercados financieros que legitiman el comportamiento y los deseos de los concurrentes para ganar más dinero, los cuáles deberían estar separados. Pero las buenas recetas políticas son bienes públicos que representan un bien social, y no sólo intereses económicos concentrados. Por desgracia, los economistas han mostrado en repetidas ocasiones, a partir de la obra de Adam Smith, que los bienes públicos se encuentran de manera insuficiente en el mercado. Además, la reputación de la profesión económica en sí es un bien colectivo, y los que la han empañado no han sido adecuadamente sancionados por el daño que le han infringido a sus compañeros de profesión, al aceptar grandes sumas de dinero a cambio de la comercialización de un punto de vista con intereses y beneficios concedidos.
Estos son problemas dentro de la economía de los cuñales algunos han sido conscientes desde hace buen tiempo, pero la disciplina en su conjunto ha sido incapaz de hacerles frente. La responsabilidad para enfrentar estos retos y conducir a la sociedad fuera del peligro de las rocas, está en la profesión económica.
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En primer lugar, los economistas deben resistirse a exagerar lo que realmente saben. La búsqueda de la certeza, como el filósofo John Dewey llamara en 1929, es una tentación peligrosa. En tiempos de ansiedad como los de hoy, los expertos pueden obtener un gran favor en la sociedad, ofreciendo una falsa resolución de la incertidumbre. Por supuesto, cuando la falsedad es tardíamente desenmascarada como el aceite de serpiente, la reputación heroica de los expertos se hace añicos. Pero aquello sólo tiende a ocurrir después de que el daño ya está hecho.
En segundo lugar, los economistas tienen que reconocer las deficiencias de los modelos matemáticos en alta potencia, los cuáles no pueden ser sustitutos de la observación atenta. El premio Nobel, Kenneth Arrow, había visto este peligro años atrás, cuando exclamó: "Las matemáticas tienen una vida propia, porque las matemáticas empujan hacia una tendencia de probar las teorías de la matemática, en lugar del interés científico".
Los modelos de mercados financieros, por ejemplo, tienden a ser elaborados con una construcción que supone a las expectativas ancladas y estables. Sin embargo, la larga historia de las crisis financieras en los últimos 200 años desmiente esta idea. Ya en 1921, Frank Knight de la Universidad de Chicago realizó una útil distinción entre los riesgos cuantificables y "desconocidos ", que luego denominaría "incertidumbre radical". El Punto de Knight, significaba que en un período de incertidumbre radical, las expectativas no podrían estar ancladas, ya que no tendrían de dónde sostenerse. Las Teorías Financieras y los diseños regulatorios con los supuestos de expectativas ancladas y estables no se encuentran lo suficientemente resistentes como para afrontar los desafíos presentados por los mercados financieros reales en tiempos de incertidumbre radical.
El tercer remedio para reparar la economía es volver a introducirla en su contexto. Más investigación sobre la historia económica, y estudios basados en evidencias son necesarios para comprender la economía y superar la mecánica escueta de los modelos en la enseñanza a los cuáles se opusieron los estudiantes de Harvard.
Sin embargo, la ortodoxia económica ha continuado su romance con la tradición ilustrada de las cartesianas "leyes universales". Esto comenzó posteriormente a la Guerra de los Treinta Años, cuando la sociedad exigió un método de investigación que no antagonizara las facciones religiosas, las leyes universales y los principios abstractos que pueden ser objetivamente demostrados. Los enfoques humanistas y pragmático, de Francis Bacon y Michel de Montaigne, y la flexibilidad de William Shakespeare, sucumbieron ante los traumas de la crisis social y religiosa. La reorientación de la economía alejada del glamour de una ilustración de alta teoría para volver a centrarse en los problemas reales, del mismo modo en que un médico clínico lo haría, podría volverr más relevante a la economía.
La profesión tiene que realinear los incentivos para realizar investigación de buena reputación, con el fin de proteger su integridad como un todo, así como lo hace la medicina. Las políticas recientes anunciadas por la Asociación Económica Americana sobre los conflictos de interés, representan un paso en una dirección saludable. Los miembros de la facultad también deben ser forzados a dimitir de la consultoría en el momento de recibir la tenencia.
En cuarto lugar, debemos reconocer la relación íntima e inseparable entre política y economía. Los debates modernos acerca de quién causó la crisis financiera -el gobierno o el sector financiero privado- no tienen casi sentido. Vivimos en una era en dónde la política del dinero y los grandes intereses de los poderosos influyen en las leyes y su aplicación. En cambio, con el fin de catalizar la evolución de la economía, los equipos de investigación deben beneficiarse de su interacción multidisciplinaria con la política, la psicología, la antropología, la sociología y la historia.
Comunicación interdisciplinaria, así como también beneficiar a otro sector descuidado en la economía: el estudio de sistemas macroeconómicos. Los psicólogos se burlan de lo que los economistas llaman los microfundamentos del comportamiento de los consumidores -un conjunto de suposiciones basadas en la idea de que los individuos aislados se comportan con un claro conocimiento del futuro. Que este marco sea adecuado para sistemas agregados en una economía globalizada, simplemente porque una tribu llamada economistas haya acordado adherirse a estos supuestos ad hoc, no tiene ningún sentido. Una mayor interacción con las demás disciplinas que los economistas a menudo han ridiculizado como científicas, en gran medida podrían mejorar la comprensión que los economistas tienen del mundo real siendo esto verdaderamente más científico.
Muchas de estas sugerencias que se han discutido dentro de la profesión, se remontan a la formación de la American Economic Association del siglo XIX. Su comité de posgrado en Economía de la Educación, un grupo creado en la década de 1990 para realizar un balance del campo, así como el trabajo del economista David Colander y otros, repetidamente han iluminado estas preocupaciones respecto al método económico y la educación. Es recién ahora, con la fuerza de los recientes acontecimientos, en gran medida perjudiciales para todas las sociedades en la tierra, y con el auge de los países en desarrollo, que las deficiencias de las prescripciones de la ortodoxia económica, y la resistencia a la renovación de la profesión económica tienen que superarse. Hasta entonces, realmente es como si no encontráramos en el mar sin un ancla.
Johnson es el director ejecutivo del Instituto para el Pensamiento Económico en Nueva York y ex director gerente de Soros Fund Management. También es miembro de la Comisión de Expertos sobre la Reforma Monetario Internacional
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