Daniel Albarracin /2704/2012
En los últimos tiempos se nos
presenta un debate entre los economistas ortodoxos de las corrientes
keynesianas y neoclásicas, que a veces se trata de ejemplificar en las formas
en que EEUU y la UE están afrontando la crisis. Unos apuestan por un supuesto keynesianismo
comprometido con el estímulo y otros, los neoclásicos, con la austeridad. Pero,
detrás de esta disyuntiva, ¿hay realmente una confrontación o se está mostrando
confusamente lo que son dos rasgos complementarios de una misma política
neoliberal?.
En primer lugar, los
economistas de la escuela austriaca, como bien sabéis, los más ultraliberales,
vienen advirtiendo en los últimos años que en realidad las políticas aplicadas
en la UE son enormemente intervencionistas por el papel del BCE, y que por eso
los ciclos de la economía privada están alterados, al impedirse la destrucción
creadora propia de la crisis. La crisis, para ellos, es buena. Naturalmente, su
posición, enormemente sesgada y muy derechista, no se sustenta sólo en una
observación subjetiva, sino también en algunos hechos que sí aciertan a
señalar.
Por muy lejos que estemos de
estos autores, que sin embargo conviene no ignorar, hay una parte de verdad en
lo que dicen.
Vengo afirmando que el
neoliberalismo realmente existente difiere enormemente del esperado por la
escuela neoclásica y austriaca. Sólo un rasgo se está confirmando: el ajuste
salarial y social permanente. Pero otros dos no: las políticas monetarias
restrictivas y la restricción del gasto público. En la práctica, podemos hablar
que lo que estamos enfrentando estriba en un neoliberalismo de estado. No
hay menos Estado y más mercado, sino más Estado proburgués y un mercado
oligopólico más lucrativo y blindado para las oligarquías gran capitalistas. En
la revista Nuestra Bandera, próximamente se publicará un artículo firmado
por mí en la que demuestro empíricamente esta afirmación.
Realmente no hay una oposición
entre cierto keynesianismo (el de la síntesis neoclásica, que Samuelson
inauguró, y del que es tributario, por ejemplo, el conocidísimo Paul Krugman) y
la escuela neoclásica, a la hora de definir lo que cabe entender por
neoliberalismo. A este respecto, hay que hacer un distingo con las escuelas
postkeynesianas y otras escuelas de economía radical, o las corrientes que beben
de autores como Kalecki o Joan Robinson, que no tienen la misma orientación, y
aunque herederos o paralelos a Keynes, toman las partes más sensatas de su
modelo y adoptan una interpretación de economía política más útil y menos
tecnocrática. Su planteamiento más cabal no equivale tampoco que estén siempre
en lo cierto (a este respecto, sugiero dos artículos colgados en Sin Permiso de Steve
Keen, que critica la negación de Krugman del papel del sistema bancario y el
endeudamiento, y Alejandro Nadal, que apuesta por superar el keynesianismo y el
neoliberalismo en favor del marxismo).
En la práctica, la economía
dominante aplicada ahora se desprendió de algunos puntos del viejo
keynesianismo, pero no abandonó otros, y adoptó nuevas recetas procedentes de
escuelas más conservadoras aún, en un híbrido mal diseccionado por los
analistas de nuestro tiempo.
Uno de los debates abiertos
recientemente es la supuesta oposición entre las políticas económicas de Obama
y las de Bruselas y los países de la UE. Cabría hablar, a mi juicio, de líneas
de política económica diferenciadas, más que opuestas en sí. Es verdad que la
política monetaria ultraexpansiva de EEUU (o de Japón) y los estímulos fiscales
(es decir, fuertes desfiscalizaciones al capital, fundamentalmente, en un
supuesto propósito de liberar recursos para la inversión privada) no son
exactamente iguales que las políticas implantadas en la UE y que sus resultados
no están siendo los mismos. Ahora bien, ni Obama es exactamente un keynesiano
(y desde luego nada de izquierdas) ni las medidas de Bruselas y los países
vinculados son tan austeros. Los estímulos fiscales y la política
ultraexpansiva de Obama sólo lo son en grado, y no en calidad, más intensas que
las establecidas en la UE. En segundo lugar, el "keynesianismo" de
Obama no está planteado para una mayor inversión pública, con mayores ingresos
públicos, para generar empleo, como pudo procurar en su día, en los años 30,
Roosevelt, nada más lejos, sino que está orientado a sostener a la banca
privada norteamericana.
En realidad, las políticas
europeas son sólo algo menos ultraexpansivas -lo cuál da igual, porque en ambos
espacios económicos reina la trampa de la liquidez y poca eficacia ofrecen las
políticas monetarias-. En materia de gasto público, no ha habido contención
alguna.
Lo que se ha producido es una
profunda metamorfosis de las funciones del Estado. Por un lado en las formas en
cómo se ha financiado el gasto público, porque se ha escogido financiarse más
con deuda y menos con impuestos. Por otro, porque el destino de estos recursos
han ido a salvar a la banca y el capital de las grandes empresas con poder de
lobby, y no a las inversiones y políticas sociales o de empleo útiles a la sociedad.
Entonces, ¿cómo explicar que
EEUU ahora remonte y no lo haga la UE?. Las razones son ajenas a los anteriores
parámetros.
En primer lugar, la salida de
la recesión (en cualquier caso, débil) en EEUU tiene mucho más que ver con su
papel de economía que dispone de la moneda de reserva internacional que goza
más respaldo a escala internacional, al funcionar en la práctica como moneda
refugio debido al papel de gendarme de la burguesía mundial que ejerce EEUU;
también por el papel de la Reserva Federal al poder prestar directamente al
Estado, cosa prohibida en la UE con su banco central; así como con los flujos
de excedente obtenidos y retornados de las inversiones transnacionales del
capital norteamericano en los países emergentes donde invierte, y en los que
encuentra cierta complicidad con los gobiernos que allí dirigen. Además, el
ajuste salarial en EEUU se ha producido de manera efectiva, y se ha conseguido
restaurar parcialmente las tasas de beneficio. Eso se está haciendo ahora en
Europa, pero aún no se ha culminado. En Europa, además, resulta fundamental
distinguir la realidad de los países centrales de las periferias del sur y este
europeo, pues son estas últimas las que peor lugar tienen en este escenario
debido a las políticas de la UE y de los gobiernos que las acatan, que impiden
el desarrollo de los países del sur y privilegia y afianza a los capitales
centroeuropeos. En cierta manera, también es cierto que la descoordinación
europea y su falta de integración real resultan un handicap, y cuando hay
integración es para hacer políticas recesivas o, cuanto menos, inoperantes para
afrontar la crisis. Entre otras cosas porque la crisis es sistémica y sólo
cambiando políticamente de modelo es posible desafiar los problemas que
vivimos.
En cualquier caso, las
economías estadounidense y europeas están en retroceso, incluso en decadencia,
y las perspectivas oscilarán entre crecimientos rampantes y nuevas recesiones
más profundas, en las que las políticas en vigor son incapaces de dar
respuesta. La incógnita, si no hay cambios políticos del modelo socioeconómico,
son los países emergentes, y la posición y relación que establezcan con ellos.
Además, las economías
occidentales, lastradas por el endeudamiento y la financiarización, están
intimamente relacionadas. China y Alemania son acreedores netos y EEUU y el
resto de Europa deudores. EEUU además dispone de los CDS y es acreedor a su vez
de Europa al proveer créditos baratos a la banca europea, y lo es a gran
escala. La debilidad Europea, tocada de muerte, en caso de inaugurarse una
serie de impagos de deuda (privada, la que tiene más peso, y pública), como los
ya iniciados en Grecia, arrastrarán a la economía norteamericana, que, por eso,
también ha puesto al frente de la intervención al FMI para que acompañe las
medidas del BCE.
En mi opinión, este
diagnóstico es básico para comprender lo que pasa. Y hay muchos esquematismos
por ahí que de poco sirven en este contexto.
Daniel Albarracín,
economista, es autor de un significativo número de artículos sobre la realidad
económica española y el mercado de trabajo. Trabaja en el gabinete de estudios
de Fecoht – CCOO.
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