Antes que nada quiero subrayar que estoy contentísimo de que François
Hollande ganara las elecciones en Francia. Abre una serie de posibilidades que
estaban cerradas hasta ahora. Y hay muchas propuestas de su programa que son
positivas, e incluso algunas muy positivas. Ahora bien, me apena constatar que
la puesta en marcha de todas ellas no será suficiente para salir de la crisis.
Y ello se debe a que la economía europea no se recuperará a no ser que las
políticas de austeridad que se están imponiendo en la Unión Europea (UE) se
eliminen. Y Hollande no se ha comprometido a eliminarlas. A lo que sí se ha
comprometido es en complementarlas con políticas de crecimiento.
En otras
palabras, la tesis que Hollande sostiene es que las políticas de austeridad que
se están siguiendo son necesarias pero insuficientes. Según él, se deben
establecer unas políticas de estímulo del crecimiento que permitan a la UE
salir de la crisis. Pero el mayor problema que tiene la Unión Europea,
incluyendo Francia y España, es que la principal causa hoy de la crisis y la
recesión son precisamente las políticas de austeridad, dictadas por el Pacto de
Estabilidad. François Hollande no ha mencionado que vaya a eliminar o modificar
el Pacto de Estabilidad, que es la ley que fuerza hoy las políticas de
austeridad en los países de la UE.
En realidad, el Pacto Fiscal (Treaty on Stability, Coordination and
Governance in the European Economic and Monetary Union –en castellano, Tratado
sobre Estabilidad, Coordinación y gobierno en la Unión Económica y Monetaria
Europea) promovido por la canciller Merkel de Alemania todavía no se ha
aplicado a ningún país de la UE. Tal pacto lleva a extremos las políticas de
austeridad. Exige, por ejemplo, que los déficits estructurales de los Estados
de los países miembros no sean mayores de un 0,5% del PIB (el Pacto de
Estabilidad exige que no sean mayores de un 3%) en caso de que su deuda pública
sea mayor del 60% del PIB (permitiendo que sea un 1% en caso de que sea menor
del 60% del PIB). Se penalizará a aquellos países que no cumplan, con sanciones
equivalentes a un 0,1% del PIB. Se remarca también en aquel pacto que aquellos
países con deuda pública mayor del 60% tendrán que reducir cada año una
cantidad equivalente a la veinteava parte de la diferencia entre la deuda
existente y el 60% del PIB. (Véase Sebastian Dullien “Reinventing Europe:
Explaining the Fiscal Compact”, Social Europe Journal 01.05.12). Hollande
aprueba esta ley, siempre y cuando se apruebe una nueva ley que estimule la
economía. Pero el problema con este enfoque es que el hecho de que España tenga
que reducir su déficit de un 8% del PIB a un 3% del PIB en dos años (una
reducción del 5% del PIB) no se debe al Pacto Fiscal, sino al Pacto de
Estabilidad sobre el cual Hollande no ha dicho nada. Permítanme que me expanda.
La ingeniería monetaria y fiscal de la Unión Europea se basa en dos
pilares. Uno, la Ley de Estabilidad que imposibilita a los Estados poder
recuperarse en tiempo de crisis, como lo muestra la situación actual. Es más,
su incapacidad de diferenciación entre gasto ordinario y gasto en inversiones,
poniendo todo el gasto público dentro del límite de gasto permitido (el 3% del
PIB) destruye la creación del futuro, pues no permite la inversión con la que
se podría aumentar la producción y crecimiento económico en el futuro. No
permitirle a un país que invierta en educación, en I+D, en infraestructura
física y social, es condenarle a un continuo subdesarrollo social y económico.
Y esto es lo que fuerza el Pacto de Estabilidad a los países ahora en estos
momentos. Ahora bien, el Pacto Fiscal, que todavía no se ha aprobado, va más
allá y quiere eliminar en la práctica el déficit público. Pero la austeridad
que estamos sufriendo viene de aplicar el Pacto de Estabilidad, no el Pacto
Fiscal, que repito, todavía no está vigente.
Y el segundo pilar de la austeridad impuesta a los países es la manera
como se estableció el Banco Central Europeo (BCE), un banco que, en realidad,
no es un banco central, sino un lobby de la banca y, muy en especial, de la
banca alemana. Hollande no hace ninguna propuesta de cambio de este Banco.
Habla de creación de eurobonos para utilizarlos para proyectos de
infraestructura a nivel europeo, lo cual me parece bien (aunque las cantidades
que se manejan son muy limitadas). Pero no propone eurobonos que europeícen la
deuda pública de los Estados, lo cual es fundamental para eliminar los elevados
intereses de la deuda pública, previniendo la especulación de los mercados
financieros.
A no ser que estos dos pilares que reflejan el dominio del pensamiento
neoliberal en el diseño de la UE se cambien, Europa no se recuperará. Lo máximo
que ocurrirá es que la palabra crecimiento se añadirá al término Pacto Fiscal,
tal como ocurrió resultado de la presión del gobierno socialista Jospin, cuando
se añadió tal término al título del Pacto de Estabilidad, sin que se ofrecieran
los medios para que ocurriera tal crecimiento.
Dos últimas observaciones. La primera es repetir que quisiera que no se
interpretaran mis notas críticas del plan Hollande como señal de desaprobación
o desencanto con su elección. Antes al contrario, celebro, y mucho, su
elección. Pero la experiencia europea muestra que, a no ser que vaya más allá y
cuestione los dos pilares sobre los cuales se basa el edificio neoliberal que
se llama la UE, la recuperación económica no ocurrirá, creando con ello el
peligro que la enorme y justa indignación que las clases populares están
desarrollando frente al establishment europeo y sus políticas de austeridad, se
canalicen en el futuro, no a través de las izquierdas, sino a través de la
ultraderecha. Que esto pueda ocurrir lo estamos viendo ya en la propia Francia.
La otra observación es que François Hollande irá más allá de lo que ha
propuesto, moviéndose a la izquierda., sólo en caso de que haya movilizaciones
que le presionen en esta dirección. No olvidemos que, como señalé en otro
artículo (¿Cambios en la socialdemocracia francesa, y en la española? Sistema
Digital 12.04.12), François Hollande había criticado muchas de las políticas
que ahora ha adoptado (tal como la gravación con un 75% a los ingresos por
encima de un millón de euros al año, habiendo llamado tal incremento un año
antes, un “incremento confiscatorio”), lo cual se debió a la presión de los
movimientos sociales y partidos a su izquierda. Es un buen indicador de esta
posibilidad que el Frente de Izquierdas, definido predeciblemente por el
corresponsal de El País en Francia, como “extremista”, alcanzara un
considerable nivel de apoyo que, junto con amplios sectores dentro del partido
socialista, más a la izquierda que el propio François Hollande, pueda ejercer
la presión popular para que vaya desarrollando aquellas propuestas que la
realidad en sí le forzará a tomar, a fin de conseguir sus objetivos: salir de
la crisis.
http://www.vnavarro.org/?p=7252
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