jueves, 12 de julio de 2012

La economía española en el círculo infernal: ¿cómo hemos llegado aquí y qué nos espera?

J. Rodríguez y A. Sanabria

Desde abril, a buen seguro cunde el desconcierto en todos los círculos de poder financiero y político en España. Las preguntas que se deben realizar a sí mismos suponemos que serán algo de este estilo:

“¿Cómo es posible que, después de lo que hemos apoyado y hecho (ajustes fiscales, reformas laborales para favorecer una devaluación interna, o enmiendas constitucionales), no sólo no se atisba recuperación del crecimiento, sino que el  propio déficit público apenas se reduce?”.

Pues, en efecto, baste recordar que en 2010 éste fue del 9,3% del PIB y, tras toda una pléyade de medidas, en 2011 resultó del 8,9%.

“¿Y cómo es posible que, para colmo, empeore la percepción de sostenibilidad de la deuda pública en los mercados hasta el punto de conducir a un rescate bancario, con la amenaza de un rescate a corto plazo de la propia deuda soberana?”.

La respuesta de estos mismos economistas que han apoyado tal sinrazón de austeridad y reformas neoliberales en el mercado laboral no es reconocer el error, sino que llaman a intensificar las reformas. Pero debe quedar claro que no es a pesar de estas políticas de austeridad y ajustes por las que economía española presenta un cuadro de actividad, empleo y financiero crítico, sino que la causa de este cuadro son directamente esas mismas políticas.

El objetivo del presente artículo es mostrar en seis pasos cómo hemos llegado a esta situación, dónde estamos ahora y cuáles serían los posibles escenarios para el futuro.

PASO 1: ORIGEN DE LA CRISIS

La causa inmediata de la crisis es una acumulación de deuda privada y su brusco desapalancamiento posterior. Pero el origen de este sobreendeudamiento está vinculado a dos características del modelo neoliberal de acumulación a escala global desde los años ochenta. Éstas son, la hegemonía del capital financiero para capturar rentas a través de una desregulación efectiva de sus actividades (hegemonía tanto sobre el capital no financiero como sobre los trabajadores y sobre la propia dinámica de crecimiento); y, segundo, una creciente desigualdad en la distribución del ingreso entre capital y trabajo (click en el gráfico de arriba para agrandar).

La desregulación y hegemonía de las finanzas, además de la desigualdad en el ingreso generan dos fenómenos paralelos. Por un lado, una elevación de la oferta de liquidez a escala global (favorecida tanto por la desregulación como por la desigualdad del ingreso). Mientras que la desigualdad del ingreso da lugar a un estancamiento de la demanda interna, de manera que las economías tienen dos vías excluyentes entre sí para crecer:

1) Crecimiento vía exportación (Alemania o China), lo que genera salida de capitales y colocación en el exterior;

2) Crecimiento vía endeudamiento del sector privado (EEUU, Reino Unido, España o Grecia), lo que genera entrada de capitales desde los países con superávit comercial.

Este doble proceso retroalimenta burbujas de activos en los países con déficit comercial, cebando más el modelo, ya que la deuda de unos son los activos de otros, y se fomentaban las salidas/entradas de capital y la exportación/importación entre los países con crecimiento vía endeudamiento (debt-led growth) y aquellos de países con crecimiento guiado por la exportaciones (export-led growth). El hecho de que en una economía determinada se diera, entre finales de los noventa y 2008, un modelo u otro depende de factores complejos como la capacidad-incapacidad exportadora de la industria local o los movimientos de flujos de capitales, favorecidos por la formación del UEM, por la convergencia en tipos de interés, entre otros. (click en el gráfico para agrandar).



PASO 2: LA DEPRESIÓN POR DEFLACIÓN DE DEUDA

Este proceso de apalancamiento tiene límites y el estallido de las burbujas de activos sobreviene una vez que los agentes en el mercado perciben, por alguna razón, que el proceso es insostenible (Kindleberger (2005). Lo cierto es que al estallar la burbuja de activos y de sobreendeudamiento, se produce lo que se denomina una “recesión de balance” (Koo, 2011) o “depresión por deflación de deuda” (Fisher, 1933) (click en el gráfico para agrandar).


Se trata de un proceso en espiral muy peligroso, tanto más cuanto mayor es el sobreendeudamiento del sector privado (hogares, empresas y bancos), como en el caso de España. En dicho proceso, estos agentes se intentan desapalancar (desendeudar) de forma brusca y simultánea, ante la pérdida de valor de los activos, lo que únicamente se puede hacer a través de una reducción drástica del crédito (credit crunch) y de la demanda de consumo e inversión. Dicho de otro modo, para hacer frente a sus respectivas deudas, los hogares minimizan su consumo, las empresas no invierten y los bancos no prestan.

Naturalmente, todo ello se traduce en una reducción de la renta agregada (recesión) y con ella una reducción de ingresos tanto para trabajadores, empresas y bancos. Se hace así más insostenible la deuda, cuyo porcentaje sobre los ingresos aumenta, acelerándose aún más la caída del valor de los activos, la pulsión de los agentes por el desapalancamiento, la recesión y, en definitiva, la conocida espiral depresión por deflación de deuda de Fisher. Su célebre frase, “cuando más se paga la deuda, más deuda se debe” (en términos relativos), resume bien esta espiral endiablada. En una situación de este tipo, la única forma conocida de romper el círculo vicioso es mediante políticas monetaria y fiscal expansivas. Eso fue lo que realizó inicialmente Europa, EEUU, Japón o China en 2009, a fin de facilitar el proceso de ajuste del sector privado sin entrar en la espiral depresiva interminable, que empeora la posición de endeudamiento (click en el gráfico para agrandar).


Fuente: Tomado de Richard Koo (2011).

Pero en 2010, apenas un año más tarde, sin haberse iniciado apenas el desapalancamiento en el sector privado (especialmente en los países con más endeudamiento privado, como España) se inició un proceso de contracción del gasto público y del déficit, lo que volvió a meter a la economía española, entre otras, en la citada espiral de deflación de deuda, especialmente a partir de 2011. El resultado es doble: una  espiral recesiva inacabable y una deflación de activos-inflación de deuda, que provoca un deterioro progresivo y acelerado de los activos y de la solvencia bancaria. Tu deuda aumenta mientras que tus ingresos menguan. Así pues, cada vez tienes más deuda.

Esta es la razón, y no otra, por la que la economía española parece eternamente condenada a la recesión, el estancamiento, y a una recapitalización permanente de su sistema financiero, primero por parte del Estado (mediante el Fondo de Reestructuración Ordenada Bancaria, FROB) y ahora con un rescate europeo a la banca. Ello explica la desconfianza creciente (desde 2010, pese a los ajustes permanentes y las reformas) de los inversores internacionales acerca de la sostenibilidad de su deuda pública española. Dudas que han llegado al paroxismo durante la última semana. Es más, el proceso termina con un contagio a la deuda pública por parte de la privada bancaria, ante el riesgo sistémico del impago (default) de esta última. La “solución” propuesta plantea una inyección directa de liquidez a la banca sin que compute como deuda pública, por más que será el Estado español quien avale tales préstamos. A cambio, el gobierno garantiza ahondar en sus políticas de ajuste, lo que no hace sino incidir más si cabe en la espiral recesiva.

Todo ello daría lugar a dificultades para hacer frente, tanto a la deuda pública como a la privada, por la contracción y estancamiento de la renta, culminando en la necesidad de un rescate europeo no sólo del sistema bancario, sino de la propia deuda soberana. En definitiva, un rescate completo, como el padecido en Grecia, Portugal e Irlanda (click en el gráfico para agrandar).


PASO 3: DE QUÉ DEPENDE LA SOSTENILIDAD DE LA DEUDA PÚBLICA

Entendemos aquí por sostenibilidad de la deuda pública la capacidad de pagarla mediante la generación de un flujo de ingresos, de manera que el monto total o stock de deuda no se incremente respecto de la renta. Pues bien, esta sostenibilidad depende de dos factores: 1) el crecimiento nominal del PIB (capacidad de generar ingresos, bien por crecimiento real o bien por inflación); y 2) el tipo de interés de la deuda pública. En el caso de que el primero sea mayor que el segundo la deuda pública sería sostenible a largo plazo, y hacer la deuda pública sostenible implica un superávit fiscal primario, que es lo que exigen los economistas favorables a los ajustes.

El siguiente gráfico muestra la evolución de este indicador de sostenibilidad, medido por la diferencia entre el crecimiento nominal del PIB y el tipo de interés a 10 años (click en el gráfico para agrandar).

Actualmente, tenemos un proceso recesión e intereses crecientes por el pago de la deuda, por lo que la sostenibilidad a largo plazo de ésta avanza en su deterioro, como ilustra el gráfico superior. Ante esto se seguirá insistiendo en la necesidad de más ajustes fiscales, a fin de alcanzar un superávit primario. Pero tales ajustes implican una política fiscal procíclica, es decir que, ante un contexto recesivo, favorecen más si cabe esa recesión.

Pero, ante quienes insisten en alcanzar a toda costa un superávit presupuestario, veamos antes por qué se deteriora la sostenibilidad fiscal.

PASO 4: ¿POR QUÉ SE DETERIORA LA SOSTENIBILIDAD FISCAL DE LA ECONOMÍA ESPAÑOLA?

El deterioro creciente de la sostenibilidad a largo plazo de la deuda soberana española no se produce por insuficiencia de ajustes y reformas, sino por todo lo contrario. Se da como resultado contracción del gasto público y de reformas que como la laboral, favorecen la deflación de salarios y la contracción de la renta (en un artículo anterior estudiábamos con rigor estos efectos contractivos y extremadamente perniciosos de la última reforma laboral). Es decir, que los ajustes y recortes tienen como resultado el efecto contrario al que hipotéticamente pretenden, como por otra parte recoge la más elemental teoría macroeconómica y los estudios empíricos que la corroboran.

En una situación de recesión/depresión, el tamaño de los multiplicadores fiscales (es decir, el porcentaje en el que se expande/contrae el PIB ante un aumento/reducción del déficit público) es muy elevado, sin que pueda producirse en ningún caso crowding-out (expulsión del gasto privado), sino todo lo contrario: crowding-in, dado que los multiplicadores son superiores a la unidad.

Esto explica que la tarea de contraer el déficit público vía recortes, en una situación depresiva, sea imposible y tenga el efecto opuesto. Esa mal llamada austeridad provoca una fuerte contracción de la renta y mayores dificultades, no sólo para reducir el déficit, sino para hacer frente a la refinanciación de la propia deuda viva. Se entra así en un círculo de imposible salida, como demuestra la experiencia de Grecia, el primer país en ser “rescatado” y con imposición de recortes del gasto por parte de la Troika (click en el gráfico para agrandar).


PASO 5: POR QUÉ LA UEM INSISTE EN UNA POLÍTICA TAN DESTRUCTIVA

La UE, especialmente desde el inicio del Tratado de Maastricht (1992), forjó sus bases institucionales (o más bien su ausencia) para la unión monetaria, sobre la base del credo neoliberal. Sus instituciones (BCE y Comisión Europea) y su legislación responde al espíritu de las políticas del Consenso de Washington (1989): desregulación de mercados, especialmente el laboral; privatización; apertura externa; política monetaria que garantice la rentabilidad del capital financiero a través del objetivo único de inflación; y política fiscal contracíclica reducida a testimonial. Por ello no es de extrañar que la UE y sus instituciones sigan de manera inercial estas políticas de ajuste estructural similares a las llevadas a cabo por el FMI desde los años ochenta.

Sin embargo, muchos economistas y no poco periodistas, atribuyen el “rigor” de la austeridad fiscal y la falta de política monetaria expansiva del BCE a un supuesto e imaginario miedo histórico a la inflación en el pueblo alemán y a un apoyo masivo del electorado alemán hacia las políticas neoliberales de la CDU.

En primer lugar, la inflación no sólo no es previsible a largo plazo, sino que existe un riesgo de deflación tanto en Alemania como en la Eurozona. A este respecto, el mejor indicador es conocido como breakeven de inflación a 10 años de la deuda pública indiciada a inflación,  que se muestran en el gráfico inferior izquierdo. Como se aprecia, ése se encuentra en caída, con un nivel próximo al 1% (click en el gráfico para agrandar).


Las explicaciones vinculadas al atávico temor alemán a la inflación son exageradas. De hecho, si tan fuerte fuera ese miedo, no se habría dado la unificación monetaria tras la caída del Muro del Berlín con un tipo de cambio uno a uno, entre el marco occidental y el oriental. Por ejemplo.

Además, ese supuesto miedo a la hiperinflación en Alemania por sus consecuencias en los años treinta, supone un error historiográfico, en muchos casos premeditado. La hiperinflación de la República de Weimar se produjo entre 1921 y 1923, que supuso una caída de la renta per cápita del 16,9%. Sin embargo, la República logró recuperar rápidamente el crecimiento al año siguiente y con un aumento de la renta per cápita del 17,1%. Pero tras la crisis financiera de 1929, el canciller Brüning ensayó una política de contracción fiscal (ver gráfico superior derecho) y monetaria, que provocó un retroceso de la renta per cápita durante 3 años del 5% anual (16% acumulado), y con una lenta recuperación sólo a partir de 1933 con la finalización de la contracción del gasto. Ni qué decir tiene el malestar social que provocaron en Alemania políticas contractivas similares a la austeridad actual, y que  alimentó el avance del partido nazi hasta alcanzar el Reichstag en 1932. Por ello, la verdadera razón de las elites europeas para continuar con su loca carrera de austeridad fiscal y reformas en el mercado laboral es tratar de dar una salida a la crisis del propio modelo de acumulación neoliberal (que vimos previamente), a través de una profundización de esas propias políticas neoliberales. No es un supuesto miedo alemán a la inflación o un supuesto un apoyo a las políticas de Merkel. Las elites europeas han visto en la crisis una oportunidad para mejorar aún más la posición de preeminencia del capital financiero en los últimos treinta años. Para ello tratarán de incrementar la tasa de rentabilidad del capital en Europa a corto plazo utilizando dos mecanismos: 1) la reducción de los salarios directos (con reformas laborales), indirectos (gasto social) y;  2) ampliación de los espacios de ganancia y valorización del capital a través de privatizaciones de todo tipo. Puesto que el tercer mecanismo que ofrece el capitalismo para mejorar la rentabilidad del capital, la productividad, parece bastante incompatible con la contracción salarial impulsada desde la UE (ver artículo).

Esta estrategia no es nueva en la UE, y no es de extrañar que se ponga como modelo de reformas y buen funcionamiento económico a Alemania por parte de los medios neoliberales. Precisamente en 2003 las reformas del programa Hartz II (ver gráfico inferior) permitieron un aumento espectacular de la tasa de rentabilidad del capital en Alemania a costa de una caída de los salarios (directos indirectos y diferidos) de la clase trabajadora alemana (son conocidos los “mini-jobs” pero ese programa incluyó otros profundos cambios que perjudicaron a la clase trabajadora alemana) y la privatización de servicios públicos (click en el gráfico para agrandar).


PASO 8: ESCENARIOS POSIBLES PARA LA ECONOMÍA ESPAÑOLA Y EUROPEA

Las actuales elites políticas y económicas no van a dar un giro a la política económica de la UEM. Se encuentran tan cooptadas por las elites financieras a las que sirven y tan alienadas por décadas de ideología neoliberal que las vemos irrecuperables (click en el gráfico para agrandar).


Por ello auguramos dos escenarios:

En el Escenario 1 se debe dar previamente un cambio social radical, que obligase a redefinirse de arriba a abajo la política monetaria, fiscal e industrial en la UE, lo que implicaría:

1) A corto plazo un cambio en el estatuto del BCE para la compra masiva de deuda pública para estabilizar el mercado y permitir una política fiscal contracíclica.

2) Probablemente la situación podría ser tan crítica que esto no fuera suficiente y fuera necesario una quita ordenada de deuda en los países periféricos.

3) La política fiscal expansiva coordinada debería mantenerse hasta provocar una reducción significativa del paro y hasta que el sector privado pudiese tomar el relevo.

4) A largo plazo la coordinación de una política industrial que evite desequilibrios productivos en la UE.

5) En este sentido, consideramos que tanto la mutualización de la deuda (Eurobonos)  como la unión bancaria en la UEM serán instrumentos colaterales, sin efecto significativo, que no irían a la raíz de los problemas.
Lamentablemente, consideramos como más probable el Escenario 2, en el que con cambios cosméticos (eurobonos y unión bancaria) se siga manteniendo la misma política de austeridad y reformas, reforzada con la condicionalidad de eventuales rescates, lo que intensificará la espiral deflación de deuda y su insostenibilidad, requiriendo sucesivos rescates y contaminando la deuda pública y privada. El resultado final de todo ello sólo puede ser el colapso financiero de los países periféricos y la ruptura de la unión monetaria.

Referencias

Kindleberger, C. (2005): Manias, Panics, and Crashes: A History of Financial Crises (Palgrave Macmillan, 2005, 5th edition).
Koo, R. (2011) "The world in balance sheet recession: causes, cure, and politics", real-world economics review (issue no. 58), Nomura Research Institute, Tokyo.
Fisher, I. (1933a): "The Debt-Deflation Theory of Great Depressions",  Econometrica, 1(4), pp. 337-357 (press +) from FRBSL.


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