El saldo exterior ronda el 6% del PIB, un nivel desequilibrante según la UE
Enrique Muller /18/05/2012
En Europa fluye una corriente
de opinión que provoca inquietud en los pasillos de la moderna sede del
Gobierno alemán en Berlín. Angela Merkel, según los titulares de varios medios
europeos es la “líder más peligrosa de Europa”, una mujer que no tiene piedad a
la hora de castigar a sus vecinos y que es demonizada como un robot Terminator
de ojos rojos (New Statesman), o como una diosa romana que come griegos (The
Independent).
El boyante superávit exterior alemán se ve así con otros ojos: no
se mide por la fortaleza de las ventas al exterior, sino por la atonía de las
importaciones, indicio claro de que Alemania no está haciendo los deberes que
le puso el G-20: reactivar el consumo para contribuir así a mitigar los
desequilibrios económicos, uno de los motores de la crisis financiera.
Esta certeza quedó otra vez en
evidencia esta semana cuando la Organización para el Comercio y Desarrollo
Económico (OCDE) con sede en Paris y el centro de investigación económica IFO
de Múnich, señalaron que Alemania desplazará este año a China, la economía más
señalada por alimentar el desequilibrio mundial, como país con mayor superávit
exterior en el planeta.
El instituto IFO anticipó que
Alemania registrará en 2012 un superávit de 170.000 millones de euros, una
cifra que la OCDE rebaja a 160.000 millones. En todo caso, superior al saldo de
145.000 millones que se prevé para China. Si se toma como referencia la
actividad económica de cada país, las diferencias se extreman: el superávit
alemán equivaldrá al 6% del PIB, el chino no pasaría del 2,5%.
El Ejecutivo chino ha
promovido una intensa política de inversiones públicas y de incentivos al
consumo privado, que han alimentado las importaciones y adelgazaron el saldo
exterior. Por contraste, las iniciativas del Gobierno de Merkel, empeñado en
mantener el equilibrio presupuestario, son escasas. Tampoco las subidas
salariales en algunas industrias, tras años de moderación, han reactivado la
demanda interna o la inflación, la vía más directa para facilitar que otros
países europeos recuperen competitividad.
A causa de su enorme
superávit, Berlín está contribuyendo al desequilibrio económico en el
continente, una de las razones que debería disparar los mecanismos de
corrección estrenados este año por la Comisión Europea. Alemania estuvo entre
los 12 países a los que Bruselas abrió un procedimiento por desequilibrios
macroeconómicos, pese a que ya está muy cerca de encender la alarma puesta los
funcionarios europeos: superar, en la media de los tres últimos años, un
superávit equivalente al 6% del PIB. En 2011, ese promedio, en el caso alemán,
ya se situaba en el 5,9%.
En Bruselas prefieren no hacer
comentarios más allá del documento del pasado mes de mayo en el que analizan
los desequilibrios macroeconómicos. “No haremos un nuevo análisis hasta el año
que viene, cuando se revisará la situación de los 12 países que ya han recibido
una recomendación. Veremos entonces si otro Estado miembro necesita que se le
hagan nuevas recomendaciones”, señala un portavoz de la Comisión, informa Luis
Doncel.
La OCDE ya anticipó por donde
pueden ir los tiros. “Las inversiones en el sector de servicios deben
aumentar" dijo su experto para Alemania, Andreas Wörgötter, al recordar
que la productividad en ese sector se encuentra paralizada, mientras que en la
industria aumenta. “Por eso son necesarias las reformas para volver más
atractivo al sector servicios para las inversiones y el empleo, como ocurre con
la industria. Si esto ocurre disminuirá automáticamente el superávit”, añadió.
“El problema central no ha
cambiado: La demanda interna alemana es demasiado débil”, señaló Peter
Bofinger, miembro del grupo de sabios que asesora al Gobierno federal. Hainer
Flassbeck, fue más directo y recordó que el desequilibro macroeconómico es la
causa central de la crisis financiera global. El jefe de economistas de
Naciones Unidas para el Comercio Mundial y el Desarrollo censuró al Gobierno
federal alemán: “Es especialmente trágico que Berlin siga celebrando como un
éxito, algo que perjudica a los demás. Es altamente incierto que otros países
puedan, alguna vez, reembolsar sus deudas”. Deudas infladas por la necesidad de
financiar déficits exteriores muy abultados durante años, como ocurrió en
España.
El Gobierno alemán ignora las
críticas. El portavoz de la canciller, Steffen Seibert, mantuvo que el
desequilibrio global solo concernía a los países que muestran un alto déficit
por cuenta corriente y que seria erróneo recortar de forma artificial las
exportaciones. El compromiso con el G-20 era otro, que Alemania incentivara la
demanda, pero Seibert siguió a la suya: “Un elevado superávit exterior, por si
solo, no es ningún motivo para que Europa actúe”.
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