Eduardo Garzón /2 agosto de 2012
El pasado martes supimos que
el presidente del Banco Central Europeo, Mario Draghi, va
a ser investigadopor el organismo de control interno de la Unión Europea
“Corporate Europe Observatory”, que es un centro de estudios sobre grupos de
presión. Se le acusa de conflicto de intereses, por pertenecer al mismo tiempo
a la institución monetaria europea y a un lobby internacional de banqueros.
Recordemos que un grupo de presión o lobby es un colectivo de personas con
intereses compartidos que se organizan y dirigen sus actuaciones a influir
sobre los dirigentes políticos para que las medidas adoptadas por éstos les
sean lo más beneficiosas posible.
Esta actividad la llevan a cabo a través de
numerosas y diversas herramientas, que van desde la financiación de las
campañas electorales (para luego recibir de vuelta el favor) hasta la
elaboración de informes muy orientados hacia un propósito concreto, pasando por
todo tipo de donativos y regalos que buscan luego una contraprestación
política.
Es decir, al presidente de la
institución europea que interviene decisivamente sobre la política monetaria
europea -y que por lo tanto tiene en su mano buena parte del futuro de las
economías europeas- se le acusa de pertenecer a un grupo de banqueros del sector
privado cuya función principal es condicionar las políticas económicas a su
favor.
El asunto es particularmente
llamativo porque las bases ideológicas sobre las que se sentó el proyecto
comunitario europeo abogaban por la separación clara entre el poder económico y
el poder político alegando que las decisiones económicas (especialmente las
monetarias) debían responder a criterios exclusivamente técnicos y por lo tanto
debían rehuir de los intereses particulares de los dirigentes políticos. Por
ello, el Banco Central Europeo -institución encargada de la política monetaria
europea- se diseñó como un organismo independiente del poder político y pasó a
estar dirigido por economistas supuestamente independientes y otros expertos en
la materia. Sin embargo, lo que parecía ser un ejercicio de responsabilidad
económica no fue más que el resultado de un elaborado plan para que un
determinado círculo de personalidades relacionadas con las finanzas se hiciera
con el poder monetario de la economía y al mismo tiempo no tuviera ninguna
responsabilidad frente a la ciudadanía. El poder monetario fue arrebatado a los
representantes políticos para entregárselo a una serie de personas
estrechamente vinculadas con el mundo de los bancos. La democracia perdió peso
frente a la tecnocracia.
Y es que los dirigentes
políticos efectivamente podían orientar sus decisiones de política monetaria en
su beneficio propio (entendiendo su beneficio propio como alteraciones
supeditadas al ciclo electoral correspondiente y otro tipo de factores
relacionados), pero al menos la ciudadanía tenía la posibilidad de exigir
responsabilidades y también de revocar sus mandatos llegado el momento. Hoy
día, los que controlan la política monetaria no son personas elegidas por
ningún tipo de sufragio, por lo que no tienen que responder frente a nadie.
Desechar este elemento de transparencia democrática solo podría tener algo de
sentido si de verdad los nuevos dirigentes (como Mario Draghi) fuesen personas
independientes, realmente preocupadas por el bienestar de la población, y sin
tener ningún tipo de interés económico o de otro tipo relacionado estrechamente
con la política monetaria.
A la vista está que estos
requisitos no se cumplen en absoluto. En primer lugar, casos como el comentado
en la entrada de este post ponen de relieve la poca dependencia que tienen
estas personas que se autodenominan “tecnócratas”. En segundo lugar, la ciencia
económica es una ciencia social y por lo tanto no sigue las pautas de
objetividad que podría seguir cualquier otra ciencia de la naturaleza (como la
física o la química), lo que inevitablemente provoca que en las decisiones
económicas intervenga la ética y otros criterios subjetivos. En general, una
decisión económica suele beneficiar a unos sectores a cambio de perjudicar a
otros. Raramente una actuación económica beneficia a todos por igual. Por lo
tanto, es ingenuo pensar que las personas que estén al mando de la política
monetaria vayan a actuar libre de prejuicios y de valoraciones personales. Por
último, sería una extraordinaria muestra de inocencia creer que personas cuya
vida profesional ha dependido siempre de la salud de las instituciones
financieras vayan a intervenir en la economía internacional restando recursos,
herramientas y privilegios a las causantes y agravantes de la crisis económica
occidental, que no son más que las propias instituciones gracias a las que
alcanzaron y mantienen su status social. Antes que trasladar los costes de la
crisis a sus propias instituciones financieras lo harán obviamente al resto de
sectores económicos, con los costes sociales que eso conlleva.
En definitiva, la supuesta
independencia del Banco Central Europeo no es más que un cuento chino. El BCE
es independiente del poder político, que con todas sus ventajas y defectos, al menos
rinde cuentas a la ciudadanía porque es su elemento representativo. Pero el BCE
no es independiente de los lobbys bancarios y demás intereses financieros. Esto
es algo que muchos analistas críticos llevan años denunciando, y que se ha
intensificado en los últimos meses a tenor de la irresponsable actuación de las
autoridades monetarias del BCE (para más detalle leer este artículo: “Las verdaderas intenciones del BCE y las
élites financieras”). No nos extrañemos entonces de que esta organización
dé la espalda y condene a la pobreza a buena parte de las poblaciones de los
países del sur (Grecia, Italia, España, Portugal…) mientras se preocupa
profundamente de que todos los acreedores internacionales (especialmente las
instituciones financieras) puedan cobrar la máxima cantidad de dinero que
prestaron a estos países. Los dirigentes del BCE dirigen la política monetaria
europea en primer lugar hacia la satisfacción de sus propios intereses, y en
segundo lugar -y sí tiene cabida- hacia los del resto de la sociedad europea.
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