Ludovic Lamant (Mediapart) /9/08/2012
La crisis política en Rumanía, que inquieta a Europa desde finales de
junio, está lejos de haberse resuelto. El resultado del referéndum del domingo
amenaza con complicar un poco más la situación. Según los resultados
definitivos, los rumanos se han pronunciado masivamente, un 87%, por la
destitución de su Presidente de centro derecha, Traian Basescu, confirmando el
voto en ese sentido de una mayoría de diputados, a comienzos de julio. Pero la
tasa de participación ha estado por debajo del umbral del 50% necesario para
validar el escrutinio, según las reglas fijadas por el Tribunal constitucional.
El presidente interino Crin Antonescu ha hecho saber, la noche del
domingo, que respetaría la decisión del Tribunal, declarando por tanto inválido
el referéndum. En cuanto al Jefe de Gobierno, el socialdemócrata Victor Ponta,
nombrado en mayo, en una declaración realizada la noche del domingo, ha dudado
de la “legitimidad”del Jefe de Estado: “Cualquier hombre
político que ignora la voluntad de millones de votantes está desligado de la
realidad”.Están previstas elecciones legislativas para noviembre, en este
país de 22 millones de habitantes, salido hace 23 años de la dictadura
comunista.
La feroz batalla entre Basescu, muy impopular desde que adoptó fuertes
medidas de austeridad, y Ponta, el ambicioso socialista, acusado en junio de
plagio masivo en la redacción de su tesis sobre el funcionamiento de la Corte
Penal internacional, amenaza con continuar en las próximas semanas, aumentando
la incertidumbre que rodea el futuro de este país, que hace cinco años entró a
duras penas en la Unión Europea. La oposición fiel a Basescu había llamado a
boicotear el escrutinio del domingo.
Aunque el procedimiento emprendido para destituir al Jefe de Estado era
completamente legal, Ponta ha intentado estas últimas semanas aumentar su poder
con medios expeditivos, que han dejado pasmados a buen número de observadores:
destitución de los presidentes del Senado y de la Cámara de Diputados, despido
del mediador de la República y del responsable de los archivos nacionales, o
incluso la limitación de los poderes del Tribunal Constitucional. La oposición
cercana a Babescu ha denunciado un “golpe de Estado”. La
propia Comisión Europea está inquieta por los incumplimientos del Estado de
derecho.
El endurecimiento del régimen rumano, al igual que, de otra manera, la
Hungría de Viktor Orban, parece mostrar, el debilitamiento democrático de
países de la Unión golpeados de lleno por la crisis. ¿Pero tiene sentido
equiparar estas dos experiencias? ¿Hay una “orbanización” de
Rumanía, como pretenden algunos comentaristas? ¿Son Ponta y Orban los síntomas
autoritarios de una Europa arrinconada?
“El punto en común entre las situaciones en Hungría y en Rumanía es que
tenemos dos hombres políticos, uno de derechas, el otro de izquierdas, que
quieren el poder absoluto, y que no se detendrán mientras no lo tengan”, considera Laura Stefan, especialista de la
lucha anti-corrupción dentro del think tank Expert Forum, en
Bucarest. “La gran diferencia es que Orban ha cambiado la Constitución
con apoyo del Parlamento. Por su parte Ponta está violando la ley fundamental”. Para
Ciprian Ciucu, un experto vinculado a un grupo de estudios rumano, el RCEP, “el
gobierno Ponta busca todavía legitimidad, mientras que Viktor Orban es ya
legítimo”.
Tras su aplastante victoria en las elecciones de la primavera de 2010, el
húngaro Viktor Orban ha tenido cuidado en hacer validar por el Parlamento cada
una de las etapas del endurecimiento del régimen –incluida la entrada en vigor,
desde enero, de su nueva Constitución. Los diputados rumanos, por su parte, no
han tenido nada que decir durante las pruebas de fuerza de las últimas semanas.
El partido de Ponta posee alrededor de un tercio de la Cámara de Diputados, y
ha tenido que aliarse con los liberales para formar la alianza que hoy está en
el poder.
“Desencanto”
“La cuestión no es saber si las dos crisis se parecen, desde un punto de
vista estructural”, dice
Corinat Stratulat, delthink tank bruselense European policy
centre. “En cambio, ambas crisis señalan un problema de fondo, relacionado con
la calidad democrática de la Europa en que vivimos”.
El geógrafo Stéphane Rosière, de la Universidad de Reims, continúa el
análisis:“Tanto en Rumanía como en Hungría existe un desencanto, ligado al
balance de su adhesión a la Unión. Estos paises conocieron en el pasado –y no
son los únicos en Europa– tendencias autoritarias o fascistas. En la
actualidad, como reacción a este desencanto, activan el recurso del
autoritarismo”.
Ponta y Orban, los rostros del retroceso, aún funcionando con registros
muy diferentes, serían de hecho los productos de este desencanto ante la Unión.
El primero, desarrollando una violenta retórica euroescéptica que sataniza a
los extranjeros; el segundo, jugando con la fibra nacionalista durante la
campaña del referéndum. “En ambos casos, hay un modo de no seguir el
juego europeo, de rechazar ser miembro de esa Unión, de aceptar rendir cuentas
a Bruselas de tiempo en tiempo, pero a condición de que la Unión no intervenga
en los asutos internos”, describe Catherine Durandin, historiadora
especialista en Rumanía, enseñante en la Inalco.
Una situación tanto más inquietante, por parte rumana, según Catherine
Durandin, porque no existe izquierda verdaderamente estructurada: “Rumanía
es un paíssultanesco, que obedece a lógicas de clan. El país funciona
con tácticas de poder, pero no hay un pensamiento de izquierda. Los
socialdemócratas se contentan con decir que quieren reducir las disparidades
sociales, pero no van más allá. No hay disidencia, tampoco la memoria de un
“1956” rumano [año de la insurrección de Budapest]”. En
resumen, el objetivo principal, tanto para la derecha como para la izquierda,
es ante todo apoderarse del poder. Desde la entrada en funciones del nuevo
ejecutivo, en mayo, no se ha iniciado en Rumanía ningún cambio de rumbo
económico.
Para Laura Stefan, la doble crisis, en Bucarest y Budapest, es un gran
test para Europa. “La manera como la Unión gestione estas crisis será
crucial para su futuro en un horizonte de cinco años. La Unión no puede
permitirse albergar un“failed state” [un Estado fallido]. Pero eso
es justo lo que amenaza en Rumanía. Y en mi opinión, hay un riesgo de réplica
en todos los demás países golpeados por la crisis económica, con intensas
presiones sociales”.
La crisis económica ha golpeado duramente, desde muy pronto a estos dos
países. ¿Es un laboratorio de lo que espera a los demás? Hungría escapó en 2008
de la quiebra consiguiendo una línea de crédito de 20.000 millones de euros,
desbloqueada por la Unión, el FMI y el Banco Mundial, y Budapest negocia desde
finales de 2011 un nuevo préstamo con el FMI, en condiciones extremadamente
tensas. Por su parte, Rumanía ha contratado préstamos similares, en 2009 y
2011, por una suma total de 25.000 millones. En cada ocasión, estos préstamos
han sido concedidos a cambio de medidas de “ajuste” y “saneamiento” de su
economía.
Como prueba de la exasperación de los ciudadanos afectados, el pasado
enero una ola de manifestaciones contra las políticas de austeridad y las
privatizaciones en Rumanía hizo caer al gobierno vigente. Como ocurre en otros
países europeos, el paro entre los jóvenes durante la crisis se ha vuelto
preocupante –un 28% de los jóvenes entre 15 y 24 años están sin empleo en
Hungría, el 25% en Rumanía, según Eurostat. En cuanto a las disparidades con
los países de Europa occidental apenas se han reducido –el PIB por habitante en
2011 era 10.100 euros en Hungría, y 5.800 en Rumanía, cuando superaba los
29.000 en Francia y los 40.000 en Suecia.
“Toda la región está
desestabilizada”
“La entrada en la Unión no fue acompañada de su esperado corolario: más
bienestar”,analiza Stéphane
Rosière. “La población pensó que se integraba en un club de ricos, pero se ha encontrado es en un club de Estados
endeudados. Tanto en Rumanía como en Hungría, han arrojado al bebé de la democracia
junto con el agua de baño de la crisis financiera. Europa se muestra incapaz de
ofrecer una vida mejor, una seguridad del empleo. Sin caer por supuesto en la
apología del régimen comunista, hay que recordar que en otra época el paro
prácticamente no existía, que la mayor parte de la gente tenía un apartamento.
Hoy día, la miseria está en la calle”.
“La inseguridad económica y social alcanza también niveles inéditos en
Grecia”,recuerda Ciprian
Ciucu. “Toda la región está desestabilizada”. Si pensamos en
la entrada en el parlamento griego, en las elecciones de junio, de Aurora
Dorada, formación abiertamente fascista, y las incertidumbres que fragilizan
también la transición en Bulgaria, donde el nivel de corrupción de la vida
política es preocupante, toda la frontera oriental de la Unión parece de hecho
amenazada de hundimiento. “El problema es por desgracia mucho más
amplio que Rumanía y Hungría: se trata de un movimiento, en tiempos de crisis,
de una parte de las opiniones hacia un poder fuerte”, confirma Samuel
Rufat, profesor de la universidad de Cergy-Pontoise, también especialista en
Rumanía.
“A todo esto se añade el lugar otorgado a estos pueblos en la actual
Europa”,prosigue Stéphane
Rosière. “Son países que estos últimos años no han tenido nada que
decir frente a la pareja Merkozy [Angela Merkel y Nicolas Sarkozy]. Basta
observar el modo como se rechaza a Rumanía integrarse en el espacio Schengen”.
Algunos observadores ven en las actuales crisis de Rumanía y Hungría la
prueba de que la ampliación de la Unión a los países de Europa Oriental fue
demasiado rápida (en 2004 para Budapest, en 2007 para Bucarest). Europa habría
debido mostrarse más prudente en aquel momento, considera, en sustancia, el
alemán Hans-Gert Pöttering, expresidente del Parlamento europeo (derecha). Pero
de haber hoy día una responsabilidad de Europa sería sobre todo su casi
impotencia en oponerse a estas derivas autoritarias, que sólo puede condenar en
sus discursos.
“En Rumanía y en Hungría hay una falta de aceptación de lo que hoy día es
la Unión Europea, pero también hay un verdadero disfuncionamiento de la Unión,
fragilizada por la debilidad de sus medios de acción”,resume Catherine Durandin. La Comisión
Europea ha salido a la palestra más rápidamente ante al caso rumano que ante el
caso húngaro (¿tal vez porque el rumano Ponta es un socialista y José Manuel
Barroso, el presidente de la Comisión, no lo es?), publicando informes y
advertencias.
Aparte de algunas salidas aisladas, los jefes de Estado europeos se
mantienen discretos. A comienzos de julio, Berlín calificó de “inaceptable” el
procedimiento emprendido contra el presidente Basescu. En este contexto, el
silencio de François Hollande sobre la crisis rumana parece cada día más
intrigante.
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