Alejandro Nadal /Miércoles 15 de agosto del 2012
Hay dos cosas que las economías
capitalistas saben hacer, y lo hacen muy bien. Una de ellas es alcanzar
economías de escala para abatir costos unitarios, algo que se logra mejor a
través de procesos de industrialización. La otra es obtener subsidios, algo que
se optimiza cuando se tiene más poder. Estas dos cosas se han combinado para
producir la crisis de obesidad en Estados Unidos.
En 2011 más de dos terceras
partes de la población de Estados Unidos sufría problemas de sobrepeso o de
obesidad. En la actualidad ese país tiene la mayor tasa de obesidad en el
mundo. Datos oficiales revelan que el porcentaje de personas adultas con
problemas de obesidad pasó de 13 por ciento en 1962 a 36 por ciento en 2010. De
mantenerse esta tendencia en 2030 el 42 por ciento de la población adulta
sufrirá problemas de obesidad (y 11 por ciento con obesidad severa, más de 45
kilos de sobrepeso). La tasa de obesidad en niños ya alcanza un alarmante 18
por ciento. Diversos estudios muestran que los niños con obesidad tienen mayor
propensión a conservar dicha obesidad en la edad adulta.
Por supuesto, este exceso de
peso conlleva graves efectos sobre la salud. Los estudios clínicos revelan que
la obesidad aumenta el riesgo de diabetes tipo 2, enfermedades del corazón,
síndrome de apnea durante el sueño, hipertensión, riesgo de cáncer de muchos
tipos y varias enfermedades crónicas. El balance final es una expectativa de
vida significativamente menor a la de la población sin obesidad. A todo esto
hay que añadir el desconsuelo por pérdida de autoestima y la lacra de la
discriminación social.
¿De dónde viene este problema?
El primer indicador es que la relación entre pobreza y obesidad es muy
estrecha. La población más pobre está más expuesta a la obesidad. En Estados
Unidos nueve de los 10 estados con mayores tasas de obesidad están entre los estados
más pobres. Existen distritos pobres en ciudades como Filadelfia o Nueva York,
donde 88 por ciento de los adultos tiene sobre peso o sufre de obesidad (50 por
ciento de la población infantil). Hay condados en California en los que un niño
nacido en 2000 tiene 30 por ciento de probabilidad de desarrollar diabetes (esa
probabilidad se dispara a 50 por ciento para niños afro-americanos y latinos).
En proporción una persona
gasta menos en alimentos hoy en día que hace 30 años. Pero eso se debe
fundamentalmente al proceso de industrialización que ha reducido los costos
unitarios en la industria alimentaria. Eso no requirió grandes innovaciones
tecnológicas, sino un incesante proceso de concentración de la producción y de
transformación del paisaje rural en Estados Unidos. La necesidad que tienen
cadenas como MacDonalds o Burger King de mantener una homogeneidad casi
absoluta en el tipo de productos que ofrecen ha cambiado la manera en que se
producen casi todos los productos cárnicos, así como muchos productos
agrícolas. La producción de carne de res, de cerdos y de pollo, por ejemplo, ha
requerido grandes concentraciones de animales en condiciones insalubres y con
graves consecuencias para el medio ambiente y la salud humana. Entre
paréntesis, no hay que olvidar que esa industria es la que mayor impacto tiene
en la transformación del sistema alimentario en el mundo.
La reducción de precios
también se debe a los subsidios que recibe la industria alimentaria, en
especial a través de los canalizados para la producción de maíz y soya,
productos que sirven de insumos en 90 por ciento de los alimentos procesados
que se ofrecen en un supermercado. Finalmente, los precios bajos son
artificiales porque no incluyen el costo en salud que alguien tiene que pagar
al pasar los años: a la salida del MacDonalds están esperando las farmacéuticas
con sus garras bien afiladas.
La clase de comida ingerida en
Estados Unidos no es la más saludable, pero sí la más rentable para las
empresas. Esto es cierto a lo largo de toda la industria alimentaria y, en
especial, para las cadenas como MacDonalds, Burger King, Taco Bell, KFC, así
como para todas las empresas refresqueras y de comida chatarra. Susalimentos son
vehículos repletos de calorías, sal y grasas, con un componente minúsculo de
nutrientes saludables. En muchos casos tienen ingredientes adictivos. Es normal
pues se trata de dietas especialmente diseñadas para mantener la tasa de
ganancias, no para alimentar al cliente. Ya se ha dicho: desde el punto de
vista de las ganancias de la industria alimentaria, la obesidad es la mejor
señal de éxito.
La industria alimentaria en
Estados Unidos ha convertido el tracto digestivo de la población en un espacio
de rentabilidad. La colonización de la alimentación por el capital no es, por
supuesto, un caso aislado. En el capitalismo todo puede ser un nicho para
obtener ganancias.
Hoy el capitalismo atraviesa
lo que se convertirá en la peor crisis de su historia. Las referencias a una
mítica recuperación pretenden ignorar la realidad: la normalidad antes de la
crisis ya se llamaba pesadilla.
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