lunes, 25 de febrero de 2013

'Argo' y el Óscar: el chovinismo de EEUU y su política anti-iraní en desmedro de la calidad cinematográfica

Luis Matías López /25/02/2013

Ben Affleck es un actor aceptable y un buen director. Esto último lo demostró con Adiós, pequeña, adiós, protagonizada por su hermano Casey y basada en un thriller de Denis Lehane. El filme tuvo buenas críticas, pero casi pasó desapercibido. Con Argo no ha querido correr la misma suerte, así que ha jugado sobre seguro: un argumento “basado en un hecho real” y a la medida del momento patriótico que vive su país, necesitado de gestas y héroes que combatan a las fuerzas del mal y que mitiguen el pesimismo por el papel declinante del imperio.


Con todo el talento y los medios de la primera industria cinematográfica mundial se ha llevado el Oscar a la mejor película. Michelle Obama puso la guinda al pastel y dio a través de un vídeo un innecesario espaldarazo a la que, más que la mejor película del año, es una burda muestra de propaganda patriotera.

No sé si la versión oficial es que, cuando aceptó el encargo de anunciar el premio gordo de los Oscar, la esposa del presidente sabía ya quien era la ganadora, pero apuesto a que sí, a que ha querido sacar partido político sin asumir riesgos. Imagínense los insultos que le hubiesen caído por parte de los sectores ultraconservadores tan poderosos en Estados Unidos si hubiera ganado Amor, de Michael Hanecke, donde un anciano asfixia con una almohada a su mujer, enferma terminal, para ahorrarle sufrimientos inútiles.

Ni siquiera es seguro que la Casa Blanca se hubiese atrevido con Lincoln, que refleja las presiones y el juego sucio tan habituales hoy como antaño para conseguir un puñado de votos en el Congreso, aunque fuese entonces en defensa de una causa tan loable como la abolición de la esclavitud. O incluso La noche más oscura, donde el mensaje patriótico y las loas a la labor de la CIA están contaminados de polémica por la utilización de la tortura para conseguir información relevante para la liquidación de Obama bin Laden. No, Barack Obama, tan atento siempre a no levantar chispas y evitar todo enfrentamiento que no sea inevitable, ha buscado a través de su esposa la rentabilidad inmediata, subirse a la ola en apoyo de una película que con escasa sutileza defiende que América sigue siendo la más grande y que sus dirigentes están dispuestos a todo para proteger las vidas de sus conciudadanos.

Argo no es una mala película. Es algo peor: propaganda pura y dura, de la que manipula, deforma o inventa. Y eso que la operación en sí ya era lo suficientemente novelesca como para no necesitar deformaciones. En la reconstrucción del rescate de seis estadounidenses que escaparon de la ocupación de la embajada en Teherán a finales de 1979, tras el triunfo de la revolución islámica, se minusvalora por ejemplo el papel jugado por Canadá, que jugo un papel clave, y no solo porque acogió a los evadidos, por cierto en dos ubicaciones, y no en una como muestra la película. El entonces embajador canadiense, Ken Taylor, sin querer hacer sangre, ha declarado que la CIA, a través de su hoy mitificado agente Tony Méndez, más que protagonista, fue un “socio minoritario”.

Más increíble (y ficticia) aún es la escena culminante del filme, en el aeropuerto de Teherán, que llega a mostrar a oficiales iraníes persiguiendo por la pista de despegue al avión en el que por fin escapan los rescatados, como si no se pudiese forzar el retorno del aparato antes de que abandone el espacio aéreo.

Todo el mérito se concede a la CIA, el héroe Méndez y Hollywood, que pone en marcha el camuflaje necesario para la operación con un proyecto de supuesta película a rodar en Irán. Por eso, al premiar a Argo los académicos se han premiado a sí mismos y, al anunciar el premio, Michelle Obama y su marido también han remado a su favor.

Una sugerencia para Affleck: ¿Por qué no dirige otro filme sobre la fallida operación de rescate de los 52 rehenes que, durante 444 días, permanecieron retenidos en la embajada en Teherán? Sería una muestra de equilibrio, y emularía en interés a Argo. Pero claro, allí no hubo héroes y, como en la Somalia de Black Hawk derribado, terminó en un desastre absoluto, con varios helicópteros destruidos y ocho soldados muertos cuyos cadáveres no pudieron repatriarse y fueron expuestos en la capital iraní como trofeos de guerra. Un fracaso y una humillación que costó entre otras cosas la reelección a Jimmy Carter. Seguro que Michelle Obama nunca anunciaría el triunfo de un filme como ése.

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