Alberto Garzón /23/02/2013
El 13 de febrero de 2013 el
ministro de economía fue interpelado en el Congreso para que explicara el
modelo de crecimiento de la economía española tras la crisis. Sus palabras
fueron claras: “el modelo de crecimiento de la economía española es el
que ya apunta la economía española hoy, es un modelo basado en las
exportaciones de bienes y servicios”. Y después añadió que
concretamente el crecimiento vendría por el lado de los “servicios
no turísticos, que son normalmente servicios de alto valor añadido, en los
cuales se compite en el mundo, como consecuencia básicamente del conocimiento.
España tiene un superávit y capacidad de competir, y eso es una indicación
clara de lo que decía anteriormente. Ese es el modelo que nosotros queremos”.
El ministro hacía así referencia a un cambio cualitativo muy importante
que está viviendo la economía española: el desplazamiento desde un modelo
dirigido por el endeudamiento y la demanda interna (debt-led) hacia un modelo
basado en la exportaciones de bienes y servicios (export-led). Pero, además,
concretaba el ministro que se tratará de servicios de alto valor añadido, lo
que requerirá un nivel alto de cualificación de los trabajadores. Las preguntas
que nos hacemos son: ¿es viable este modelo de crecimiento? ¿sobre qué sectores
reales se asienta?
Los modelos export-led y sus críticas
Todas las economías capitalistas tienen que crecer para poder
reproducirse, lo que significa que tienen que encontrar espacios de
rentabilidad empresarial que hagan atractiva la inversión. Esa rentabilidad
puede encontrarse en el mercado interno (los propias familias, empresas y
Estado son los compradores) o en el mercado externo (las compras vienen desde
el exterior). Obviamente cualquier economía abierta opera en ambos mercados,
pero siempre alguno de ellos es el motor fundamental.
Para entender esto podemos aproximarnos al tema por la vía del Producto
Interior Bruto (PIB), que medido en términos de demanda es la suma del Consumo
(C), la Inversión (I), el Gasto Público (G) y las Exportaciones Netas (E). En
España este último componente, que es la diferencia entre lo que se exporta y
lo que se importa, había sido negativo en las últimas décadas de modo que para
crecer la economía había tenido que propulsarse con el resto de componentes.
Concretamente lo hizo a partir del crecimiento del consumo y la inversión
vinculados al sector de la construcción. Pero cuando la burbuja pinchó, la
demanda interna cayó y cayeron el consumo, la inversión y las importaciones de
bienes y servicios. Eso condujo a la recesión y al inicio del proceso de
ajuste.
En teoría económica los modelos export-led suponen que el crecimiento
viene propulsado por las exportaciones, de modo que la capacidad de exportar
bienes y servicios es la que empuja la inversión interna y la creación de
empleo. Estos modelos se pusieron de moda en los años setenta en medio del
renacimiento académico de la teoría neoclásica y del nuevo dominio de la teoría
de las ventajas comparativas. Los países que adoptaron este modelo de crecimiento
fueron Alemania y Japón en los años cincuenta y sesenta, pero especialmente
importante fue el éxito de Corea del Sur, Taiwan, Hong Kong y Singapur en los
años setenta. En los ochenta y noventa se extendió por Asia y por América
Latina, siendo China y México los ejemplos más notables. Y ahora las
instituciones internacionales (Fondo Monetario Internacional, Comisión Europea
y Banco Central Europeo más concretamente) pretenden aprovechar la crisis para
adaptar este modelo también a las economías de la periferia europea, es decir,
a Grecia, Portugal y España.
Desde el punto de vista teórico un modelo export-led obliga a los
distintos países a buscar sus mercados de especialización o, dicho de forma
coloquial, aquellos nichos de mercado en los que son los mejores en lo que
hacen. Es lo que llamamos la teoría de las ventajas comparativas. La división
internacional del trabajo de Adam Smith aplicada al espacio internacional, todo
lo cual llevará, supuestamente, a un estado de mayor bienestar para todos los
países.
Las críticas a este modelo son innumerables. En primer lugar, hay críticas
dentro de la propia teoría neoclásica respecto al realismo de tal planteamiento
(sobre todo porque suelen suponerse mercados de competencia perfecta y
movilidad plena del capital). En segundo lugar, porque la especialización en
determinadas ramas puede llevar a los países a sufrir un deterioro en los
términos de intercambio (la famosa tesis de los estructuralistas de la CEPAL).
Esto quiere decir que los países especializados en bienes de primera necesidad
o básicos –como materias primas o industria textil- ven como la abundancia de
oferentes (muchos países vendiendo lo mismo) lleva a una caída de los precios
mientras que los países especializados en bienes de alto valor añadido –como
industria tecnológica-mantienen precios altos. Esa relación empobrece en el
tiempo a los países dependientes. En tercer lugar, un modelo export-led
conlleva una estrategia de empobrecimiento del vecino consistente habitualmente
en disminuir los salarios para ser más competitivos. Ese efecto, generalizado,
deteriora la demanda mundial y produce crisis de demanda. En cuarto lugar,
existe la conocida como falacia de composición, que insiste en que a nivel
mundial las exportaciones han de ser iguales a las importaciones y, en
consecuencia, no todos los países pueden ser exportadores netos. Es decir, no
todos los países pueden exportar más de lo que importan, con lo que buscar
estrategias para que así sea es un imposible económico.
Apuntadas estas cuestiones, de extraordinaria relevancia para entender
hacia dónde vamos, es importante analizar la composición de la balanza de pagos
española para tratar de analizar el objetivo del Gobierno del PP cuando habla
de implantar un modelo export-led.
El modelo export-led de España
Como hemos dicho antes, España no ha sido nunca un modelo export-led sino
demand-led o alternativamente debt-led, esto es, propulsado por la demanda
interna y concretamente por el estímulo de las deudas. Esto ha sido reflejado
en el comportamiento de la cuenta corriente, la cual revela la diferencia entre
las exportaciones y las importaciones. El saldo durante los años de burbuja
inmobiliaria ha sido crecientemente deficitario. Hay que hacer notar que antes
de la implantación del euro solía producirse una devaluación monetaria que
permitía que las exportaciones fueran más baratas y las importaciones más caras
(lo que ayudaba a corregir el déficit). Con la implantación del euro esta
medida no era ya viable y el déficit se acumuló hasta que la crisis hizo
retroceder las importaciones mucho más que las exportaciones. Desde entonces
las exportaciones han crecido más rápido (un 15’4% en 2011) que las
importaciones (un 9’6% en 2011). Hasta el punto de que en el tercer trimestre
de 2012 se obtiene un superávit que ha servido al Gobierno para defender “los
brotes verdes” actuales.
No obstante, la cuenta corriente está formada por la Balanza Comercial, la
Balanza de Servicios, la Balanza de Rentas y la Balanza de Transferencias
Corrientes. Dada la importancia menor de los dos últimos componentes, lo que
nos interesa es saber qué ocurre con la balanza comercial y con la balanza de
servicios.
La Balanza Comercial refleja las mercancías que cruzan las fronteras del
país, y son el reflejo del comercio de bienes. Suele expresar la capacidad
competitiva de la industria de un país, y dado que las decisiones de inversión
son más lentas suele mostrar un comportamiento más estable en el tiempo. La
Balanza de Servicios, por el contrario, incluye una serie de rúbricas muy
distintas que se refieren a servicios contratados en un país por residentes de
otro país distinto. En España el turismo es el componente más importante de la
balanza de servicios y, dada su naturaleza, es muy estacional (mucha actividad
en temporadas altas y poca en las temporadas bajas) y altamente dependiente de
factores externos. De ahí que sea tan volátil.
Como se puede comprobar la balanza de servicios siempre ha tenido
superávit, mientras que la de bienes ha mostrado siempre déficit. Lo que ocurre
es que la caída de las importaciones de bienes como consecuencia de la crisis
ha reducido el déficit comercial y todo ello ha llevado finalmente a un
superávit en la cuenta corriente. El “brote verde” es el hecho de que España ya
es exportador neto y ello hace crecer el PIB (aunque no lo suficiente para
compensar la caída del Consumo, Inversión y Gasto Público). Otra consecuencia
es que ya no hace falta financiar el déficit con dinero exterior, algo de lo
que también hace gala el presidente del Gobierno. ¿Luz de un día? Luego
reflexionaremos sobre ello.
El ministro Guindos apuntó también que la economía estaría dirigida no por
la rúbrica de servicios en general sino sobre todo por la de servicios no
turísticos. De modo que para ver a qué se refería hay que descender un poco más
en el análisis y estudiar la balanza de servicios y sus componentes.
La balanza de servicios
Como ya hemos indicado, el peso de la partida de turismo es
extraordinario. Aporta ni más ni menos que el 90% del saldo positivo en la
balanza de servicios; es el verdadero motor del sector servicios.
Eso sí, el ministro quiso huir de la tradicional crítica de tener un país
de servicios (cuestión que, como vemos, es un hecho constatado), y aseguró que
nos centraríamos en “servicios no turísticos” tal y como estaría mostrando la
dinámica reciente:
De esta tendencia obtenemos que ahora mismo los sectores de servicios
donde España es competitiva es en la informática, la construcción, las finanzas
y recientemente también en los servicios a empresas y en los servicios
personales, culturales y recreativos. Pero, ¿hacia dónde avanzará la economía
española de aquí en adelante? ¿qué signos hay?
Un vistazo a los ingresos por servicios nos muestra que en 2011 las
partidas más dinámicas fueron los seguros, los servicios personales, culturales
y recreativos, los servicios financieros, los servicios prestados a empresas y
los royalties y rentas de la propiedad.
De mantenerse esta dinámica, podríamos decir que en lo que se refiere a
servicios España se seguirá centrando en el turismo pero también, aunque con un
valor ínfimo, en otras partidas. ¿Son estas de alto valor añadido como indica
el ministro?
Las partidas de seguros y servicios financieros son, efectivamente,
sectores de alto valor añadido. Tienen que ver con la intermediación financiera
y el negocio de las primas de los seguros. Aquí se incluye toda la
comercialización de productos financieros, y en general es muy dependiente de
las burbujas financieras. Es decir, una burbuja financiera permite la
existencia de grandes ingresos, pero una crisis financiera desmantela por
completo el sector.
Entre los servicios personales, culturales y recreativos se incluye la
producción de películas, programas de radio y televisión y todo el sector
cultural. Está vinculado también a la partida de royalties y derechos de la
propiedad inmaterial, aunque aquí se incluyen también los avances científicos
que sean patentados. También son sectores de alto valor añadido.
Finalmente la partida de servicios prestados a las empresas incluye un
gran número de actividades, habitualmente de intermediación en transacciones
comerciales. Es difícil dilucidar si esta partida requiere un alto nivel de
formación.
En todo caso, sorprende que el mismo ministerio que anuncia la promoción
de estos sectores lleve acumulado un recorte del 40% en I+D+i en sólo dos años.
¿La razón? Probablemente la asunción y el reconocimiento de que estos sectores
son muy pequeños, por lo que les corra mucha más prisa estimular la exportación
de bienes y servicios de bajo valor añadido a través de la disminución
salarial. Una trayectoria errática y muy peligrosa desde el punto de vista del
modelo de sociedad.
Conclusiones
En definitiva, el proceso de ajuste de la economía española está pivotando
sobre el retroceso del sector de la construcción (tanto en bienes como en
servicios) y el soporte del sector turístico. Y aunque el ministro plantea que
en el sector servicios hay sectores no turísticos de alto valor añadido que
serán el motor de la economía, es difícil darle la razón cuando vemos el peso
tan insignificante que tienen dentro de la balanza de pagos.
Aunque dicho crecimiento es cierto en sectores minoritarios y especialmente
vinculados a la actividad financiera, podría ser perfectamente un espejismo
derivado de una crisis económica que de momento se ha gestionado sobre la base
de la ayuda al sector financiero. Un sector financiero que necesitará una
economía real donde anclarse, problema acuciante en la actualidad.
Por otra parte, esta dinámica descrita es el resultado de dejar al libre
mercado diseñar nuestro modelo de crecimiento. La consecuencia de depender de
estos sectores marcará asimismo la naturaleza del mercado laboral, que será
altamente flexible y volátil, y probablemente mucho más desigual en términos de
renta. El sector turístico está enfrentado también a competencia, y el sector
de bienes está siendo reconducido por la vía de la reducción de costes salariales
(no olvidemos el discurso de Rajoy defendiendo que la industria automovilística
llega al país). La OCDE ha documentado que en las últimas décadas existe una
gran divergencia entre los trabajos de alta cualificación y los de baja
cualificación (asociados al turismo, por ejemplo), con implicaciones sociales
de importancia.
La trayectoria marcada por la economía española tiene altas probabilidades
de chocar con los elementos planteados en la crítica al modelo export-led, pero
incluso aunque fuera España uno de los pocos países en sobrevivir a la lucha
competitiva el modelo resultante sería absolutamente indeseable desde el punto
de vista social.
Con todo, se ha dejado de lado la alternativa de iniciar un proceso de
reindustrialización que acerque la economía a una trayectoria más estable y
basada en el alto valor añadido, permitiendo mejor redistribución de la renta
entre capital y trabajo. Una economía que no sea export-led, con todo lo que
ello conlleva, sino demand-led y con un proceso de crecimiento autocentrado.
Claro que esta vía alternativa implica una reestructuración de la arquitectura
institucional europea, cuestión que dada la correlación de fuerzas actual no
parece muy probable. Aunque, desde luego y viendo el horizonte al que nos
empuja el Gobierno, es más que necesaria.
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