Steve Keen /1/08/2010
¿Por qué los bancos centrales
ignoran sistemáticamente el dato de la proporción de la deuda en relación con el PIB?
La razón es muy simple: porque
son economistas neoclásicos. No puedes llegar a ser banquero central sin algún
diploma en economía, y la escuela de pensamiento dominante hoy en teoría
económica es la neoclásica. Aunque buena parte de lo que ésta
dice parece a primera vista
inteligente, casi nada pasa de la
charlatanería intelectual, según mostré en mi libro Debunking Economics, en donde resumí un siglo
de profundas críticas a esa teoría, críticas que sus cultivadores han ignorado
con premeditación.
Puesto que las críticas que de la teoría neoclásica han venido haciendo economistas y matemáticos podrían literalmente llenar bibliotecas enteras, no entraré aquí más que en la crítica de tres mitos neoclásicos que bastan para explicar por qué los economistas de obediencia neoclásica no pueden entender la dinámica de una sociedad como la nuestra, movida por el crédito. Los economistas neoclásicos creen que:
Puesto que las críticas que de la teoría neoclásica han venido haciendo economistas y matemáticos podrían literalmente llenar bibliotecas enteras, no entraré aquí más que en la crítica de tres mitos neoclásicos que bastan para explicar por qué los economistas de obediencia neoclásica no pueden entender la dinámica de una sociedad como la nuestra, movida por el crédito. Los economistas neoclásicos creen que:
(1) La oferta de moneda
nominal no afecta al producto económico real;
(2) El sector privado es
racional, mientras que el sector público no lo es; y
(3) Se puede modelar la
economía como si estuviera en equilibrio.
Lo que el primer mito trae
consigo es que sus modelos matemáticos prescinden del dinero y de la deuda: el
grueso de los modelos neoclásicos están construidos en términos ―reales‖, y omiten completamente el dinero y
la deuda. Así pues, puesto que la deuda ni siquiera aparece en sus modelos, se
les escapa completamente la influencia de la misma (a pesar de que sus unidades
de medida estadísticas funcionan muy bien registrando el nivel real de deuda).
El segundo mito significa que
ignoran los hechos que apuntan a que la economía se halla muy lejos del
equilibrio y significa también que malentienden los efectos de variables
cruciales en el marco de desequilibrio en el que realmente vivimos. Puedo
ofrecer dos ejemplos del modo en que esto ha influido en los intentos de hacer comprender
a los banqueros centrales que la proporción de la deuda en relación con el PIB
es una magnitud muy importante: la discusión que hizo Ben Bernanke de la
―Teoría de la deflación por deuda como causa de la Gran Depresión‖ de Irving
Fisher, y una discusión que yo mismo tuve sobre el asunto con un alto
funcionario de la banca central australiana.
¿Bernanke un experto en la
Gran Depresión?
Ben Bernanke accedió a su
actual cargo [de presidente de la Reserva Federal de EEUU] en buena medida
gracias a su reputación como experto en la Gran Depresión. En sus Ensayos sobre la Gran Depresión explicó por qué la mayoría de economistas no tomaban
en consideración la teoría de Irving Fisher sobre las causas de la Gran
Depresión, una teoría que destacaba la importancia de la deflación por
endeudamiento:
La idea de la deflación por
endeudamiento se remonta a Irving Fisher (1933). Fisher contempló un proceso
dinámico en el que unos activos a la baja y unos precios de materias primas igualmente
en caída ejercían presión sobre los deudores nominales, forzándoles a la venta
angustiosa de activos, la cual, a su vez, contribuía a la ulterior caída de los
precios y a ulteriores dificultades financieras. Su diagnóstico le llevó a urgir
al presidente Roosevelt a subordinar los problemas de la tasa de cambio a la necesidad de reflación, consejo que Roosevelt terminó por seguir. La
idea de Fisher, empero, fue menos influyente en los círculos académicos, debido
al contraargumento de que la deflación por deuda no significaba sino redistribución de
recursos de un grupo (los deudores) hacia otro (los acreedores). En ausencia de
grandes –e implausibles— diferencias en la propensión al gasto marginal entre
los grupos, se le objetaba, las redistribuciones puras no podían tener efectos
macroeconómicos significativos.‖ (Bernanke, 1995, p. 17.) [1]
Aunque Bernanke se percata de
que Fisher ―contempló un proceso dinámico‖, su explicación de por qué los
economistas neoclásicos ignoraron la teoría de Fisher se expresa en términos intrínsecamente
neoclásicos: ve la deflación por deuda como una mera redistribución del ingreso
de un grupo social (deudores) a otro (acreedores). ¿Cómo es posible que la
demanda agregada caiga tanto, si todo lo que ocurre es una transferencia de
ingresos y riqueza de un grupo de consumidores a otro? Pero cuando uno piensa
en términos genuinamente dinámicos, el ingreso no es todo en materia de demanda
agregada. En un contexto dinámico, la demanda agregada no es simplemente igual
al ingreso, sino al ingreso más el cambio en la deuda. En el curso de una
burbuja financiera hinchada por la deuda
–obvia precursora de una deflación
por deuda—, los crecientes niveles de deuda impulsan la demanda agregada harto por
encima de lo que ocurriría en condiciones normales, generando un auge tanto en la economía real como en los
mercados de activos. Pero ese proceso viene a sumarse a la carga deudora
soportada por la economía, especialmente cuando se usa la deuda para financiar
la especulación con los precios de los
activos más que para expandir la producción (pues eso incrementa la carga de la
deuda, sin añadir capacidad productiva).
Cuando los niveles de deuda
suben demasiado, el proceso que Fisher describió entra en acción, y los actores
económicos pasan de aumentar voluntariamente sus niveles de deuda a buscar
activamente reducirla. El cambio en la deuda se hace entonces negativo, lo que
resta demanda agregada y el auge económico trueca en quiebra. La deuda tiene
poco impacto en la demanda cuando la razón entre la deuda y el PIB es baja: como
en Australia en los 60, o como en los EEUU desde el comienzo de la II Guerra
Mundial hasta los años 60. Pero en cuanto la proporción de la deuda en relación
con el PIB llega a ser significativa, los cambios en la deuda pasan a dominar
el rendimiento de la economía, como puede verse en los dos cuadros que siguen:
Este es el efecto que pasaba
por alto el marco neoclásico de Bernanke, que insistía en modelar el mundo como
si siempre estuviera en equilibrio. El proceso de la demanda inducida por deuda
resulta obvio cuando se piensa dinámicamente, pero si tratas de meterlo en la camisa de fuerza del equilibrio, como
hacen los economistas neoclásicos, entonces no puedes entender nada de nada.
¿Un error de colegial?
En 2008, di una
conferencia en un seminario que tuvo
lugar en Adelaida, y al que asistía también Guy Debelle, un alto funcionario
(para mercados financieros) del Banco Central australiano. Al terminar mi
charla, comentó que no podía entender por qué buscaba yo relacionar
comparativamente la deuda con el PIB, puesto que eso era tanto como comparar un
stock con un flujo. No me llamó entonces la atención esta observación crítica –para
mí, las razones de la comparación resultaban obvias—, pero traté de responderle
y me olvidé del asunto. Un tiempo después, el antiguo colega y buen amigo de
Debelle Rory Robertson, del Macquarie Bank, repitió las observaciones de
Debelle en su circular sobre la tasa de interés, partes de la cual fueron luego
reproducidas en varios blogs económicos, incluyendo el Business Spectator.
Entre otras cosas, Rory decía
que:
El Dr. Steve Keen, entre
otros, sigue cometiendo el error de colegial de
comparar deuda e ingreso (un stock con un flujo, manzanas con naranjas)
y pierde de vista lo principal.‖La observación de que comparar deuda con PIB es
cometer un error de confusión stock/flujo [2] puede parecer aguda a primera
vista, pero lo cierto es que es un sinsentido. Lo que revela es que quien la
hace no entiende de dinámica, cosa común a casi todos los economistas neoclásicos.
En términos dinámicos, la
razón entre la deuda y el PIB te dice cuántos años tomaría reducir a cero la
deuda, si todo el ingreso se dedicara a honrar la deuda. Es un indicador extremadamente valioso del
grado de tensión financiera al que está sometida una sociedad (o un individuo).
En mi experiencia, el público general entiende perfectamente eso. Sólo los
economistas parecen tener dificultades en comprenderlo: no porque resulta
difícil, sino porque están profesionalmente entrenados para no prestar atención
al análisis dinámico, y por lo mismo, y a diferencia de los ingenieros de
sistemas, no se les ha enseñado que las comparaciones entre stocks y flujos
pueden ser indicadores extremadamente importantes del estado de un sistema.
La ignorancia en marcha: hacia
un capitalismo zombi
Con tamaña ignorancia de la
dinámica de la deuda, los economistas académicos y los bancos centrales de todo
el mundo esperan haber dejado atrás la crisis, aun cuando la causa de la misma –los
excesivos niveles de la deuda privada— no ha sido atacada. Recomiendan
el retroceso de los paquetes de estímulo público en la creencia de que la
economía puede regresar a la normalidad tras las perturbaciones de la Gran
Crisis Financiera. Lo cierto es que lo ―normal‖ en el último medio siglo ha
sido un crecimiento insostenible de la deuda privada que, finalmente, ha
terminado en una cumbre de la que ahora se está despeñando. Y a medida que vaya
cayendo –porque los banqueros no quieren prestar, porque las empresas y los
hogares no quieren tomar prestado, por la intención generalizada de reducir deudas,
por quiebras y por bancarrotas—, la demanda agregada se reducirá hasta niveles
muy por debajo de la oferta agregada. Por consecuencia, la economía trastabillará
erráticamente, y sólo los estímulos públicos podrán reanimarla.
Será, sin embargo, un capitalismo
zombi: las reducciones de deuda del sector privado vendrán a contrarrestar los
intentos públicos de estímulo de la economía a través del gasto financiado con
deuda pública. El crecimiento, si llega a darse, no será lo bastante alto como
para evitar un desempleo creciente, y lo más probable es que el crecimiento se
evapore en cuanto se retiren los paquetes de estímulos.El único cursi de acción
razonable pasa por reducir los niveles
de deuda. Como sostiene Michael Hudson,
hay una sencilla dinámica que resulta ineluctable: las deudas que no se pueden
pagar, no serán honradas. La única cosa que hay que hacer es elaborar
políticamente la manera en que ha de proceder esa sencilla dinámica. Puesto que
los préstamos fueron irresponsablemente ampliados por el sector financiero, a
fin de apoyar esquemas piramidales tipo
Ponzi en los mercados de valores y en los bienes raíces, deberían será los acreedores
y no los prestatarios los que cargaran con
los daños: exactamente lo contrario de la mentalidad de los rescates que
ha dominado en todos los gobernantes del mundo. Desgraciadamente, tendrá que
haber un largo período de fracasos de las políticas económicas convencionales,
antes de que se pongan por obra políticas alternativas, como la reducción deliberada
de la deuda. Aplicar esas políticas alternativas requerirá un cambio
espectacular de mentalidad, y probablemente también, un cambio generalizado de la
vieja guardia de las elites políticas. Requerirá asimismo romper con la
hegemonía de la teoría económica neoclásica en la ciencia económica. Yo dudo
mucho de que la profesión académica, o los economistas de los bancos centrales
y de los ministerios de finanzas, sean capaces de cambiar. El cambio tendrá que
venir de los rebeldes dentro de la profesión y de científicos ajenos a ella
pero dispuestos a tomar al asalto una disciplina que los economistas han
conducido al fracaso. La segunda década del siglo XXI promete ser espectacular:
política y económicamente.
NOTA:
[1] Bernanke llegó a desarrollar su propia interpretación
de la teoría de Fisher. No entro en esa interpretación;
no me parece que valga la pena el esfuerzo.
[2] Un flujo es una magnitud
económica medida como una tasa por unidad de tiempo; un stock, una magnitud
medida en un momento del tiempo [n.T.]. Steve Keen es un reputado economista
australiano que trabaja en modelos matemáticos dinámicos, y que se ubica a sí
mismo en la “tradición científica de Marx-Schumpeter-Keynes-Robinson-Sraffa-Minsky”.
En los últimos años ha saltado las barreras de la estricta reputación
académico-científica al construir un modelo matemático dinámico (a partir de
las ya
clásicas intuiciones de Hyman
Misnky) que le permitió pronosticar en 2005 la crisis financiera capitalista que
estalló en 2008. El pasado mes de junio pronunció una muy esperada conferencia en el Simposio Misnky de Nueva
York, pronosticando un incierto y más bien negro futuro, dominado (salvo
reacción política radical en contra) por lo que ha llamado un “capitalismo
zombie”. Para ver un resumen de su conferencia del mes pasado en Nueva York,
pulse AQUÍ.
El texto corresponde a la reproducción de la
última parte de un ensayo largo escrito por el economista matemático de formación marxista australiano, Steve Keen y publicado en diciembre de 2009 en el Nº 41 de Debtwatch.
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