La situación de Grecia en estos momentos no tiene precedentes desde el fin de la ocupación alemana en 1944: reducción brutal de los salarios y de las jubilaciones. Paro de los jóvenes en un 50%. Empresas, pequeños comercios, periódicos, editoriales, en quiebra. Miles de mendigos y de sin techo en las calles. Impuestos extravagantes y arbitrarios y recortes repetidos de los salarios y las jubilaciones. Privatizaciones en serie, desmantelamiento de los servicios públicos (salud, educación) y de la seguridad social. Los suicidios se multiplican. Se podría continuar la lista de la devastación producida por el Memorándum.
En cambio, los banqueros, los armadores y la iglesia (el mayor propietario de tierras), por su parte, siguen sin pagar impuestos. Se decreta la reducción de todos los presupuestos sociales pero no se toca el gigantesco presupuesto de la “defensa”: se obliga a Grecia a continuar comprando un material militar de miles de millones de euros a proveedores europeos que son también –pura coincidencia- quienes exigen el pago de la deuda (Alemania, Francia).
Grecia se ha convertido en un laboratorio para Europa. Se hacen pruebas con
cobayas humanas de los métodos que serán luego aplicados en Portugal, en
España, en Irlanda, en Italia y muchos más. Los responsables de esta
experiencia, la Troika (Comisión Europea, Banco Central Europeo, FMI) y sus
asociados de los gobiernos griegos no estaban inquietos: ¿se ha visto alguna
vez a cobayas de laboratorio protestar contra un experimento científico?
¡Milagro! Las cobayas humanas se han rebelado: a pesar de la feroz represión
llevada a cabo por una policía infiltrada en gran medida por los neonazis,
reclutados durante los últimos años, las huelgas generales, las ocupaciones de
plazas, las manifestaciones y las protestas no se han parado desde hace un año.
Y ahora, colmo de la insolencia, los griegos acaban de votar contra la
continuación de la “experiencia”, reduciendo a la mitad el resultado de los
partidos de gobierno (la derecha y el centro izquierda que, en contra de su
programa, firmaron el Memorándum) y multiplicando por cuatro el apoyo a Syriza
(coalición de la izquierda radical).
No hay necesidad de pertenecer a la izquierda radical para ver en qué medida
los remedios neoliberales de la Troika son catastróficos; Paul Krugman, premio
Nóbel de economía no deja de decirlo: ¿cómo “sanear” las finanzas de Grecia si
se pone el país de rodillas, en recesión, lo que evidentemente, no puede más
que reducir los ingresos y desequilibrar el presupuesto? ¿Para qué han servido
los “generosos” préstamos de Europa y del FMI? Para pagar… la deuda a los
bancos, a costa de endeudarse de nuevo. Los “expertos” de la Troika tienen el
capitalismo como religión (W. Benjamin 1921): una religión cuyas divinidades
–los mercados financieros de decretos imprevisibles, arbitrarios e
irracionales- exigen sacrificios (humanos).
Haciendo de la arbitrariedad, del secreto y del miedo un verdadero modo de
gobierno, una tal política de brutal avasallamiento de un pueblo no podía sino
provocar reacciones de rabia, de angustia, de cólera. Una parte de esta cólera
fue canalizada por una siniestra fuerza racista, antisemita y xenófoba, el
grupo neonazi Alba Dorada. Pero los indignados, por su parte, han aportado en
su gran mayoría su apoyo, por primera vez desde 1958, a la izquierda radical.
Esta izquierda es profundamente europea. No tiene ninguna intención de
abandonar el euro, pero rechaza categóricamente el Memorándum impuesto por la
Troika, y aceptado por los gobiernos griegos que se han sucedido los últimos
años: el PASOK, la Nueva Democracia, y el de “unidad nacional” con la extrema
derecha. Propone alternativas concretas, realistas e inmediatamente aplicables:
una moratoria sobre la deuda, seguida de una auditoría internacional para
verificar su legitimidad; la puesta bajo control social de los bancos; la
supresión de las medidas antisociales tomadas por los gobiernos firmantes del
Memorándum. Apoyada en un amplio espectro de la izquierda democrática, de los
movimientos sociales, de los indignados, de los trabajadores en lucha, de las
redes de defensa de los inmigrantes, de grupos feministas, queer, ecologistas,
ha conseguido convertirse en la segunda fuerza política del país. “No
sabían que era imposible, y por tanto lo han hecho”, diría Mark Twain.
Un segundo escrutinio tendrá lugar en junio. Algunos sondeos dan a la izquierda
radical como primera fuerza política en Grecia. Para nosotros, está claro que
el futuro de Europa se juega en Grecia. Los portavoces del capital financiero,
José Manuel Barroso o Wolfgang Schäuble lo han comprendido, amenazando a los
griegos con todo tipo de represalias si se atreven a no votar a los candidatos
avalados por los bancos y el FMI. El nuevo gobierno francés, que se mantiene en
un prudente silencio, debería afirmar alto y claro que respetará las decisiones
del pueblo griego, y rechazará toda propuesta de excluir a Grecia de Europa o
de la zona euro.
Es urgente apoyar a la izquierda radical griega, y el impulso democrático,
antifascista y unitario que la impulsa. Está, en estos momentos, en la punta
del combate para sacar a Grecia, y como consecuencia, a Europa, de la pesadilla
de la austeridad neoliberal.
El futuro de Europa se juega en estos momentos en Grecia.
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