viernes, 25 de mayo de 2012

Historia financiera - De la crisis Griega al Japón: Especulaciones contra el imperio del sol naciente

Joan Anglada /24/05/2012

Decían que Japón se hundía y hace más de un año que este rumor ya se infiltraba, discretamente, en entrevistas televisivas. Había oído hablar del tema, pero las grandes noticias eran Grecia y Europa y nadie tenía ningún tipo de interés en considerar seriamente este problema, y menos aun tratándose de un foco tan lejos de la acción. Total, ya teníamos más que suficiente con nuestros problemas.

Kyle Bass, gestor de patrimonios de Hayman Capital, representante de la formada camarilla de inversores que una vez apuntaron con acierto el objetivo de las subprime como posible causa de la próxima gran crisis, ahora dirigía su mano acusadora al otro lado del mar; al país del sol naciente.
Todos nos olvidamos del tema hasta que David Einhorn, otro beneficiado de las subprime, señaló Japón como una posible bomba de relojería y también inversión estratégica por su fondo Greenlight Capital. No eran los únicos “preocupados”. El pasado martes la agencia de valoración Fitch rebajó un punto la calidad crediticia – la nota – del país a A +. Era un susto para los mercados y las finanzas internacionales pero podría haber sido mucho peor, seguía todavía unos puntos por encima de la calidad crediticia de España, Portugal, Italia o Grecia.

Personalmente, tengo la sana impresión de que cuando alguien me habla de Japón lo hace refiriéndose a un viejo conocido, alguien de quién me han hablado muchas veces y por algún motivo han dejado de hacerlo. Sé que ha ocupado partes importantes de mi educación y por desgracia ha formado parte de algún examen final. Me introdujeron en la revolución japonesa y me enseñaron, con mucho entusiasmo, el método de fabricación de la compañía Toyota en contraste directo al modelo de producción automovilístico de Ford. El just in time como método de gestión de existencias era elegante y preciso; óptimo. También estaban loskeiretsu como modelos de organización empresarial en torno a una entidad financiera. Ahora el sushi, el manga, la Sony o el Mario Bros. han pasado a ser los grandes sustitutos como temas estrella de Japón. Sé que son diferentes pero no por ello son métodos de estudio. En cambio la sabiduría y las verdaderas revoluciones provienen de Silicon Valley y de sus gurús con cuellos de cisne o camisas hawaianas.

Años atrás, acabada la segunda guerra mundial, los nipones hicieron un gran esfuerzo para arrancar con mucha energía un pequeño país por quien nadie daba ni un duro. Aproximadamente, hasta el año ’73 fueron imparables. Después pasaron a ser convencionales. Una burbuja financiera y una de inmobiliaria en los años ochenta lo frenaron todo. Y cuando todos los expertos, haciendo uso de las herramientas convencionales de control financiero como los tipos de interés, esperando un crash, una recesión y una recuperación, la economía nipona cogió una autopista completamente diferente y se estancó. La sociedad no consumía sino que ahorraba, y eso no permitía una clara recuperación de aquella situación. Se la acabó denominando: recesión del crecimiento. Japón a diferencia de sus vecinos asiáticos no pudo emerger, a pesar del volumen de gasto público que se destinó al desarrollo de infraestructuras como solución, junto con un saneamiento a fondo de la banca a principios de milenio, en los años 90 se les denominó “la década perdida”. Esta década hace más de 16 años que dura.

En este contexto, tras el prestigio obtenido por un conjunto de estrategias macroeconómicas más que acertadas, se presentaba Kyle Bass. Definía su nueva teoría, muy lejos del huracán que está arrasando Europa, diciendo que las arcas del estado japonés no aguantarán por mucho tiempo el mantenimiento de una economía pausada y sin crecimiento, financiada básicamente a través de una emisión constante de deuda – bonos del estado – a precios demasiado baratos.

Los bajos tipos de interés y que la demanda sea el mismo mercado nipón – la demanda interna – hace que la financiación del estado sea tan barato. El destino de las entradas de efectivo que recibe el estado japonés es el gasto público en construcción de infraestructuras, estímulos económicos mediante la impresión masiva de moneda para el mercado – los denominados Quantitative Easing (QE) -, y las subvenciones directas a empresas estratégicas. A la larga el estado se ha hinchado de tal manera que la deuda por producto interior bruto ha llegado al 200%. Es el porcentaje de endeudamiento más elevado de las economías del primer mundo y la duda más importante es si las familias querrán y podrán, continuar financiando este gasto.

El catalizador más importante de la estrategia de Bass para hacer explotar una situación que ya hace mucho tiempo que aguanta es la demografía del país. La previsión más inmediata es que un gran porcentaje de la población japonesa está a las puertas de la jubilación y eso supone un impacto inmediato en el gasto público. Los ahorradores que antes invertían en la deuda estatal, los famosos Japanese Government Bond (JGB), dejarán de hacerlo. Se reducirá la demanda interna de bonos y el gasto para los subsidios por jubilación será mucho más alto.

El estado no se podrá seguir financiando mediante esta vía si no aplica medidas estructurales eficaces.

Los optimistas, en su momento, con la excusa del tsunami argumentaron que aquella catástrofe serviría como impulso del PIB del país y reactivaría la economía. El simple hecho de que hubiera tantos recursos dañados por la catástrofe obligaría al consumo y al gasto para volver a la situación anterior. Pero no ha sido así, y los optimistas el tiempo no les ha dado la razón.

Deberíamos remarcar que Kyle Bass tampoco ha triunfado mucho. Este desde el 2010 ha estado invertido en CDS y corto en bonos del estado japonés considerando que esta posición asimétrica del mercado le reportaría una ventaja financiera considerable. Por el contrario, los inversores todavía no han focalizado su atención a este rincón de planeta, ni el país ha dicho “basta” financieramente hablando y eso le ha supuesto unas pérdidas de más del 61% en el fondo Macro Opportunities Master Fund.

Dicen que muchos han fracasado aplicando las mismas estrategias bajistas en lo que creían un sistema ahogado japonés. Otros opinan que unas pérdidas iniciales no sustituyen unos posibles beneficios estratosféricos a la larga. El mayor problema es que la economía de Japón, como su gastronomía o su cine, no funciona de forma convencional; ”occidentalmente” hablando.


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