La historia oficial de la crisis de deuda de la Eurozona apunta a Grecia y al resto de países de la periferia (Portugal, Irlanda, España, con el infame acrónimo de PIGS) como los culpables por ser excesivamente "derrochadores". Sin embargo, esta visión podría no ser solo simplista (y quizá racista), sino simplemente errónea.
Al menos esa es la visión del economista Kash Mansori en un artículo en The New Republic, opinión que ha apoyado el Nobel de Economía Paul Krugman públicamente en el diario The New York Times.
Mansori critica la explicación simplista de la crisis de la Eurozona, según la cual simplemente se trata de que la deuda de la periferia ha crecido tanto que ha asustado a los inversores, que temen que ahora los países se encuentren en riesgo de default. Por lo tanto, según este razonamiento, para haber evitado la crisis habría bastado con que hubieran controlado el gasto y no hubieran vivido "vergonzosamente por encima de sus posibilidades".
El euro fue creado para que ocurriera esto
El problema de esta narrativa es que no sólo el diseño de la Eurozona ha causado el crecimiento de la deuda periférica, sino que de hecho se pretendía que esto ocurriera. Es más, según el economista, los países no podrían haber hecho mucho para evitar que esto ocurriera. "Lejos de causar la crisis, los países periféricos se enfrentaron contra fuerzas poderosas fuera de su control, fuerzas que probablemente habrían hecho esta crisis inevitable sin importar lo responsablemente que se hubieran comportado".
¿Por qué ha ocurrido esto? Uno de los principales objetivos del euro fue promover una mayor integración financiera entre los miembros, de manera que fuera más fácil para los inversores encontrar buenas oportunidades dentro del bloque una vez eliminada la barrera de la divisa.
En otras palabras, como explica el economista, hacer más fácil que el capital fluyera de los países donde había excedente de él pero con rendimientos bajos hacia país donde ocurriera lo contrario. Esto se consideraba ingrediente fundamental para cumplir con uno de los dogmas de la unión: la convergencia económica.
La introducción del euro, por lo tanto, permitió a los bancos de la Europa rica (el núcleo) beneficiarse de las altas rentabilidades de las inversiones en la periferia, que a cambio se beneficiaba de la inyección de capital extranjero que reducía los costes de financiación. En resumen, el euro fue diseñado para provocar grandes flujos de capital desde el núcleo de la Eurozona a la periferia, y han sido precisamente estos flujos de capital los que sentaron las bases de la actual crisis.
Los efectos del euro: el déficit por cuenta corriente de la periferia
Mansori recuerda que ya a principios de siglo, los efectos de este fenómeno eran evidentes. El déficit por cuenta corriente (que indica que los países son receptores de crédito internacional) de los países de la periferia creció enormemente tras la entrada en vigor del euro.
Esto tuvo el efecto deseado: los tipos de interés del núcleo de la Eurozona y la periferia convergieron (la prima de riesgo de España reducida a la nada), los inversores del núcleo se mostraban felices por el alto rendimiento de sus inversiones mientras se generaba un boom en los países de la periferia gracias al fácil acceso al crédito, mientras que las exportaciones del núcleo a la periferia se disparaban igualmente.
El autor recuerado que esta historia de integración y posterior crisis financiera no es nueva. En los 90 pasó lo mismo con México y la creación de la NAFTA, al igual que en el este de Asia a mitad de la misma década (la famosa crisis de los tigres asiáticos). Cuando países menos desarrollados se integran con el resto del mundo, los inversores tratan de aprovecharse de la situación invirtiendo grandes cantidades de capital en ellos.
El problema de esto, según Kansori, es que estos incrementos de flujos de capital depende de los caprichos de los inversores internacionales, los famosos mercados, con lo cual tienen una tendencia a frenarse en seco si el sentimiento de los inversores cambia. Y cuando esto pasa, normalmente llega una crisis financiera severa.
El economista cita a Carmen y Vincent Reinhart, que en sus investigaciones muestran que estas "bonanzas" de flujos de capital incrementan significativamente el riesgo de crisis financieras y que de hecho estos episodios sistemáticamente precedente crisis de deuda soberana, ya que una vez que se produce este frenazo del crédito internacional los países son incapaces de continuar financiándose.
De hecho, estos frenazos en seco del crédito pueden ocurrir incluso cuando el país está siguiendo las políticas macroeconómicas correctas. Esto ya sucedió tanto en México como en Asia, y en el caso de la Eurozona ha sucedido indiscriminadamente en toda la periferia, a pesar de que países como España e Irlanda han sido fiscalmente más responsables durante el boom que Francia y Alemania, recuerda Kansori.
¿Quién ha provocado la crisis de la Eurozona y quién debe arreglarla?
Entonces, ¿qué ha provocado la actual crisis si no fue el comportamiento irresponsable de la periferia? Las turbulencias financiera de 2008 y la profunda recesión de 2009 son una explicación suficiente, según su parecer. El economista puntualiza que esto no quiere decir que la periferia haya hecho todo correctamente, pero recuerda que desde 2008 los inversores prácticamente sólo piensan en los activos más seguros.
Por lo tanto, ante la situación global, los inversores decidieron que era hora de recuperar sus inversiones, lo que unido a la recesión, que ha provocado una explosión de los déficits (no sólo en la periferia, recuerda) ha hecho que los países de la periferia no tuvieran ninguna posibilidad de salvarse, sin importar cómo de responsables hubieran sido antes de la crisis.
El autor concluye que la implicación de todo esto es que es la propia creación de la Eurozona la que sembró la semilla de la actual crisis, no el comportamiento de los países de la periferia. Aunque estos no hayan hecho todo como debieran, estaban jugando en una mesa trucada.
Por lo tanto, si la explicación fácil de la crisis no es la correcta, se debería replantear como ha sido manejada la crisis. Para empezar, no es apropiado señalar y castigar a la periferia a través de medicinas amargas (recortes) o insuficiente asistencia, ya que la crisis "no se puede transformar en una historia moral".
Sin embargo, es más importante, según el autor, remarcar que "es profundamente injusto que si la periferia cargó con todos los riesgos de la Eurozona y los beneficios fueron compartidos con el núcleo, ahora se pretenda que la carga de resolver la crisis recaiga de manera tan abrumadora sobre ella" a través de las medidas de austeridad demandadas por el núcleo.
Los países del núcleo de la Eurozona como Francia y Alemania estaban en el asiento del conductor cuando se creó este sistema y fueron muy felices para aprovecharse de las ventajas de la Eurozona cuando era en su propio beneficio. "Ahora deben reconocer que la responsabilidad de arreglar estos problemas debe recaer realmente sobre ellos".
R. L. / elEconomista.es
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