Gráfica que explica a través de una línea de regresión los errores de previsión de crecimiento económico o crecimiento real del PBI en 2010 y 2011 frente a los pronósticos de consolidación fiscal realizados en la primavera de 2010. Un error sobre las predicciones del FMI que desató la polémica sobre la credibilidad de los multiplicadores fiscales kenesianos y que forma parte del 'paper' elaborado por Oliver Blanchard y Daniel Leigh denominado 'Errores de previsión de crecimiento y multiplicadores fiscales'.
Michael Roberts /Domingo 27 de enero del 2013
Los keynesianos se excitaron mucho el año pasado cuando el FMI presentó
su informe semestral en octubre sobre la economía mundial y anunció que su
anterior estimación de los multiplicadores fiscales era demasiado baja y que el
impacto de las medidas de austeridad aplicadas por varios gobiernos en Europa,
incluido el Reino Unido había sido mucho mayor que lo que se había pensado
previamente (véase FMI World Economic Outlook, octubre de 2012 y mi nota, El multiplicador de suficiencia).
Hay que recordar que el multiplicador es un dispositivo inventado por
Richard Kahn, un discípulo de Keynes de la década de 1930. Pretende medir la
variación real del PIB causada por un cambio en el gasto público o los
impuestos - en otras palabras, el impacto en el crecimiento de las medidas
fiscales del gobierno. El informe del FMI parecía justificar la visión
keynesiana más radical de que la austeridad ha ido empeorando las cosas y que
la economía capitalista necesita más estímulo fiscal y no menos.
Pero hay que tener en cuenta que se hacen dos alegaciones: la primero es
que la austeridad está empeorando las cosas, y la segunda es que necesitamos
más estímulo fiscal. No son la misma cosa. En mi nota (antes citada), sostuve
que la afirmación de que el impacto del multiplicador fiscal había sido mucho
mayor que lo que se había estimado era dudosa, así como la cadena causal, a
saber: ¿había sido la Gran Recesión la que aumentó el déficit y obligado a los
gobiernos a reducirlos, o habían sido las medidas de austeridad las que
provocaron la recesión?
Ahora el FMI, en particular su “medio keynesiano” economista jefe Oliver
Blanchard, ha publicado un documento que explica por qué se equivocó.
Al parecer, hubo "errores en el cálculo del crecimiento" en el viejo
análisis del FMI. Pero este
nuevo documento sólo se refiere a la primera de las dos alegaciones. Evita
entrar en la segunda. El nuevo estudio concluye que "nuestros
resultados no deben interpretarse como un argumento a favor de una orientación
de política fiscal específica en un país específico. En particular, los
resultados no implican que la consolidación fiscal no sea deseable".
Pero, claro, eso es precisamente lo que todo keynesiano de izquierda
interpreta.
Un keynesiano radical lleva la defensa de los estímulos fiscales un paso
más allá. Noah Smith, en su siempre interesante blog,
reaccionó al documento del FMI diciendo que el multiplicador fiscal no importa.
O, para ser más exactos: “Lo que quiero decir es: el multiplicador fiscal
keynesiana, puro o teórico, no importa en los Estados Unidos en este momento”
¿Por qué no? “Porque en este momento, los EEUU deberían invertir en
infraestructura funcionen o no los estímulo keynesianas puros”. Lo que
Smith está defendiendo es que “lo que la teoría keynesiana
deja fuera son los bienes públicos. Si hay ciertos tipos de bienes que sólo el
gobierno puede o quiere proveer, el gasto público podría tener efectos enormes
incluso si el multiplicador keynesiano "puro" es cero”.
Para él, es evidente que "ningún país en el mundo ha desarrollado una
red de categoría mundial de carreteras, puentes y puertos sin grandes
cantidades de fondos del gobierno. La infraestructura no es el tipo de
"bien público puro", que a menudo se discute en la literatura
teórica, pero evidentemente es algo que necesitamos que haga el gobierno".
El problema tanto con la teoría del multiplicador keynesiano como la
teoría de los "bienes públicos" es doble. En primer lugar, las
teorías suponen que la inversión pública es sólo un complemento de la inversión
del sector privado, que tiene lugar cuando "los ángeles” del sector
privado tienen miedo a dar un traspiés. El gurú keynesiano Paul Krugman
presentó recientemente el primer argumento de que la inversión pública es un
complemento, no un sustituto, de la inversión privada: "OK. El sector
privado no quiere invertir. El gobierno debería hacerlo. Esta es una buena
razón para que el estímulo fiscal evite que se provoque una recesión
persistente. Nosotros no lo hemos hecho".
Pero también, como he explicado en muchas notas anteriores, los
keynesianos ven la economía capitalista de una manera utópica. El análisis
keynesiano niega o ignora la naturaleza de clase de la economía capitalista y
la ley del valor baja la cual opera mediante la creación de beneficios
procedentes de la explotación del trabajo. Como resultado, las macro categorías
keynesianas parten del consumo y la inversión (la "demanda efectiva")
y pasan a los ingresos y el empleo. Así que el multiplicador keynesiano mide el
impacto de más o menos gasto (la demanda) en el ingreso (PIB). PERO no mide el
impacto en la rentabilidad. Y esto es crucial para el crecimiento bajo el modo
de producción capitalista.
Esto me lleva a la segunda alegación que los keynesianos quieren
concluir del multiplicador fiscal: que es necesario un mayor estímulo fiscal.
En realidad, algunos keynesianos no están tan seguros como Krugman. John Quiggin lo
explica así:“¿Estamos seguros de que una política fiscal expansiva es lo que
deberiamos hacer y que la austeridad es un error terrible, terrible? No. No estamos
absolutamente seguros de nada. Pero las consecuencias, si eso es así, y creo
que la evidencia se inclina de ese lado, es que lo que estamos haciendo en este
momento es absolutamente desastroso. Y ahí es donde estamos ahora".
El economista keynesiano Roger Farmer es aún más cauteloso. "Creo
que tengo el mismo derecho a llamarme keynesiano que los principales defensores
de la expansión fiscal, pero no comparto el consenso de los autoproclamados
keynesianos de que una expansión fiscal general es la solución a nuestro
dilema. La devoción servil a los recursos de la Gran Depresión que se
propusieron hace más de 80 años huele a religión, no a ciencia. Como el propio
Keynes dijo al salir de la convención de Bretton Woods en 1946: "Yo era el
único no-keynesiano en la ciudad' ". (Ver Crooked Timber).
En efecto, como he mostrado en notas anteriores, Keynes cambió sus
puntos de vista sobre la teoría y la política todo el tiempo: la coherencia no
era su punto fuerte en la búsqueda de respuestas para salvar al capitalismo de
sus propios defectos. Y en sus últimos años, pareció deshacerse de muchas de
sus propuestas políticas más radicales para dar marcha atrás y volver a la
teoría neoclásica como la mejor "medicina" para el capitalismo a
largo plazo (ver la nota antes citada). Asimismo, los keynesianos han reinterpretado
Keynes en muchos aspectos (como los marxistas a Marx).
Farmer pone el acento pertinentemente en otro punto que se relaciona con
mi segunda crítica de los multiplicadores keynesianos: a saber, que no toman en
cuenta la rentabilidad. Como Farmer lo explica en términos neoclásicos: "La
Teoría General no contiene una explicación del desempleo que sea consistente
con el comportamiento racional de maximización de beneficios de las empresas en
el mercado de trabajo” . Parece que las recesiones ocurren, por citar al
economista de izquierdas James Tobin, como "un repentino ataque de pereza
contagioso" de los agentes económicos: como si los hogares no consumieran
y las empresas no invirtiesen de repente.
La crítica marxista del estímulo y la inversión pública keynesianas no
pretende oponerse al fin de los recortes de austeridad o al aumento el gasto
público, especialmente a la inversión en infraestructura y otras áreas de
creación de empleo. Por el contrario, hay un montón de pruebas del gran efecto
multiplicador que puede tener la inversión en infraestructuras (ver la
Carta Económica del FRSB: "Subvenciones para carreteras:
caminos hacia la prosperidad”, 26 de noviembre de 2012 o el documento
de trabajo del NBER, “Efectos colaterales en el crecimiento de la
política fiscal”, noviembre 2012, que demuestra como la inversión pública tiene
un efecto multiplicador que es el doble del consumo del gobierno (es decir, más
servicios públicos y empleos). De hecho, sólo la inversión del gobierno se
financia por sí misma a través del aumento de ingresos.
La crítica marxista de los multiplicadores fiscales es que la solución
keynesiana es utópica porque un gobierno más grande y más gasto provocan una
menor rentabilidad en el sector capitalista y a una defensa enrocada de los
intereses del sector capitalista. Este segundo argumento contra el gasto
público como una solución para el capitalismo fue presentada por primera vez
por Michel Kalecki en 1943 en su famoso papel, “Los
aspectos políticos de pleno empleo”. Pero considero que el decisivo
es el primer argumento contra la "solución" fiscal.
Guglielmo Carchedi lo ha demostrado teóricamente, con su concepto del
"multiplicador marxista" (véase su artículo, “¿Pueden las políticas keynesianas acabar con la
depresión? Una introducción al multiplicador marxista”). La teoría
marxista parte de la ganancia generada por la lucha de clases y la ley del
valor. Así que la relación de causalidad va de las ganancias a la inversión
capitalista y después de la inversión al empleo, los salarios y el consumo. El
gasto y el crecimiento del PIB son variables dependientes en la rentabilidad de
la inversión, y no al revés. Así que el multiplicador marxista mide los cambios
en la rentabilidad y su impacto sobre la inversión y el crecimiento. Como
Carchedi dice: "en el multiplicador marxista, la rentabilidad es central
.... La pregunta es si los ciclos subsiguientes de inversión generan una tasa
de ganancia mayor, menor o igual a la tasa media de ganancias inicial".
Si el multiplicador marxista es la manera correcta de comprender la
economía moderna, lo que se concluye es que el gasto público y los aumentos o
recortes de impuestos deben ser analizados desde el punto de vista de si
aumentar o reducen la rentabilidad. Si no elevan la rentabilidad o incluso la
reducen, cualquier impulso en el corto plazo del PIB a través del gasto público
sólo será a costa de un período más prolongado de bajo crecimiento y una
eventual recaída en la recesión. No hay la menor garantía de que mayor gasto se
traduce en más beneficios - por el contrario. La inversión pública en
infraestructura puede aumentar la rentabilidad de los sectores capitalistas que
consigan los contratos, pero si se paga con un aumento de los impuestos sobre
las ganancias, no habrá una ganancia en conjunto. Y si se financia con
endeudamiento, la rentabilidad eventualmente se verá limitada por un aumento
del coste del capital.
Carchedi y yo acabamos de terminar un documento conjunto (que se
publicará esta primavera) que explica en detalle los debates sobre los
multiplicadores keynesiano y marxista. Pero en una nota anterior citada,
demostré que los enormes paquetes de estímulo fiscal aplicados en Japón en
varias ocasiones durante los últimos 20 años no habían conseguido sacar a Japón
de una trayectoria de bajo crecimiento.
En su nota, “Krugman sobre la macro en 2013 vs 1958” (crookedtimber.org),
John Quiggin señaló que la economía de EE UU entró de nuevo en recesión en 1937
y que los keynesianos han defendido que fue provocado por el giro de Roosevelt
hacia la austeridad después del New Deal. Sin embargo, el ajuste fiscal en ese
año fue de sólo del 3% del PIB, lo que es poca cosa en comparación con la
austeridad impuesta a los estados en dificultades de la Eurozona como Irlanda,
Grecia, Portugal y España actualmente. Como ya he explicado en una nota anterior, la recesión de 1937 fue producto
más de la no recuperación de la rentabilidad que de políticas de austeridad
equivocadas.
Podemos seguir multiplicando los multiplicadores, pero no acabarán con
la depresión.
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