José Luis Fiori /03/02/2013
Promovido por México, Chile, Perú y Colombia el “cisma del Pacífico” tiene más importancia ideológica que económica dentro de América del Sur. Políticamente se trata de una pequeña franja del proyecto Obama de creación de un área de reafirmación del poder norteamericano en el Pacífico.
“Brasil era naturalmente el líder, hoy la cosa es muy complicada. El continente se dividió, está el “Arco del Pacífico”… Entonces de alguna manera perdemos nuestra relevancia política en el continente que era incontestable. Nunca llegamos a pensar una negociación a fondo con los Estados Unidos, siempre tuvimos miedo”. F.H. Cardoso, Valor Económico, 30 de noviembre de 2012.
En la historia del desarrollo sudamericano – después de la II Guerra Mundial -, el proyecto de integración del continente nunca fue una política de Estado, yendo y viniendo a través del tiempo como si fuese una utopía “estacional” que se fortalece o debilita dependiendo de las fluctuaciones de la economía mundial y de los cambios de gobierno dentro de la propia América del Sur. Durante la primera década del Siglo XXI los nuevos gobiernos de izquierda del continente, sumados al crecimiento generalizado de la economía mundial – entre 2001 y 2008 – reavivaron y fortalecieron el proyecto integracionista en particular el Mercosur, liderado por Brasil y por Argentina.
Después de la crisis de 2008, mientras tanto, ese escenario cambió: América del Sur se recuperó rápidamente, empujada por el crecimiento chino, pero este éxito de corto plazo trajo de vuelta y viene agudizando algunas de las características seculares de la economía sudamericana, que siempre obstaculizaron y dificultaron el proyecto de integración, como el hecho de ser una sumatoria de economías primario-exportadoras paralelas y orientadas por los mercados externos.
Esta situación de desaceleración o impasse del “proyecto brasileño”· de integración sudamericana explica, en parte, el entusiasmo de la gran prensa económica internacional y el éxito entre los ideólogos neoliberales latinoamericanos de la nueva Alianza del Pacífico”, bloque comercial competidor del Mercosur inaugurado por la “Declaración de Lima” de abril de 2011 y sacramentado por “El Acuerdo Marco de Antofagasta”, firmado en junio de 2012 por Perú, Chile, Colombia y México. Cuatro países con economías exportadoras de petróleo o minerales y adeptos al libre comercio y a las políticas económicas ortodoxas. El entusiasmo ideológico o geopolítico, entretanto, encubre – a veces – algunos hechos y datos elementales.
El primero es que los cuatro miembros de la “nueva alianza” ya habían firmado acuerdos previos de libre comercio con Estados Unidos y con un gran número de países asiáticos. El segundo y más importante es que México pertenece geográficamente a la América del Norte y que desde su incorporación al NAFTA (TLCAN), en 1994, se transformó en un pedazo inseparable de la economía estadounidense y también en el territorio ocupado por la guerra entre los grandes carteles de la droga que ofrecen cocaína a la sociedad norteamericana, llegada en buena parte, exactamente del Perú y Colombia. En tercer lugar, los tres países sudamericanos que forman parte del nuevo bloque tienen territorios aislados por montañas y florestas tropicales y sus economías costeras de exportación son pequeñas o medianas, con escasísimos relacionamiento comercial entre sí o con México.
Chile es el único de estos tres países que posee un clima templado y tierras productivas, pero es uno de los países mas aislados del mundo y es casi irrelevante para la economía sudamericana. La suma del PIB de los tres es cercana a los 800 mil millones de dólares, menos de 1/3 del producto interno bruto brasileño, y menos de ¼ del PIB del Mercosur. Además de esto, el crecimiento económico reciente de Chile, Perú y Colombia fue casi igual al de Ecuador y Bolivia, que también son andinos, no pertenecen al nuevo bloque, se oponen a las políticas y reformas neoliberales y deben ingresar pronto al Mercosur, como ya pasó con Venezuela.
Concluyendo, se puede decir con toda certeza que este “cisma del Pacífico” tiene más importancia ideológica que económica dentro de América del Sur y sería casi insignificante políticamente si no fuese por el hecho de tratarse de una pequeña franja del proyecto Obama de creación de la “Trans-Pacific Economic Partnership” (TPP), pieza central de su política de reafirmación del poder económico y militar norteamericano en la región del Pacífico. Desde 2010 el presidente Barack Obama viene insistiendo en la tecla de que los EE.UU. son una “nación del Pacífico” que se propone ejercer un papel central y de largo plazo en el control geopolítico y económico de los dos lados del Pacífico, en el Océano Índico y en el sur de Asia.
En este sentido es preciso tener claro que la inclusión de Brasil en este nuevo “arco del Pacífico” implica una opción por la condición de “periferia de lujo” del sistema económico mundial y también significa, en última instancia, apoyar y participar de la estrategia norteamericana de poder global, al mismo tiempo que de una disputa regional entre los EE.UU., Japón y China por la hegemonía del este asiático y del pacífico Sur. Según el Foreing Affairs, “if the negociations be fruits the TPP will add billions to The U.S. economy and solidify Washington´s political, financial, and military commitment to the Pacific for decades to come” (july/august 2012; p.22) [Si las negociaciones del TPP fructifican sumarán miles de millones a la economía de los EE.UU. y consolidarán por décadas el compromiso político, financiero y militar de Washington en el Pacífico].
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