Marco Antonio Moreno
A raíz de las crecientes tensiones en torno a la deuda pública y la obsesión de los mercados por hacer creer que la deuda pública puede dar origen a una nueva crisis global, me ha parecido útil esta gráfica que compara la deuda pública y privada de varios países. La gráfica está tomada de un Informe de McKinsey y ha sido publicada en BusinessWeek. A diferencia de la segunda gráfica que cuelgo más abajo, ésta primera gráfica es una instantánea, una imagen que no toma en cuenta la historia o el cómo se llegó hasta aquí. La segunda gráfica permite apreciar la evolución de este endeudamiento.
Un dato que salta a la vista es que mientras la deuda pública de países como Alemania, Italia y Estados Unidos representa un tercio de la deuda total, para el caso español la deuda pública es menos de un quinto del total de la deuda. Del mismo modo, mientras Alemania e Italia tienen una deuda total en torno al 300% del PIB, Japón y el Reino Unido tienen una deuda bastante mayor, que llega al 500% del PIB. ¿Por qué entonces, Japón y el Reino Unido no reciben las mismas presiones que los países de la zonaeuro? Muy simple: la mayor parte de la deuda de Japón está en manos de inversores japoneses; y en el caso del Reino Unido, hay deudas repartidas con Estados Unidos. Queda claro que el problema europeo se debe a falencias de su propia integración que no fueron pensados inicialmente. ¿Pero es para provocar tanto miedo?
Esta gráfica de la deuda pública para Grecia, Irlanda, Portugal, Italia, España y Estados Unidos, nos permite apreciar el movimiento de la deuda en los últimos diez años. Al comienzo del período la mayoría de los países se mantuvieron con un endeudamiento estable y a nadie le importó. Además hubo países con importantes descensos en su deuda pública como Irlanda y España. También países que aumentaron su endeudamiento, como Portugal y Estados Unidos. Pero el estallido de la crisis que se inicia en agosto de 2007, marca un claro cambio de tendencia que los lleva a todos a aumentar su endeudamiento. Es un punto de inflexión que en el caso español (color naranja) queda claramente demarcado: hasta agosto de 2007 la deuda pública española disminuyó sostenidamente, tendencia que se revierte tras el estallido de la crisis.
Deuda pública y banca
Gran parte de la preocupación por la deuda pública no es más que para crear alarmas y obligar a los países a aplicar los draconianos planes de austeridad que, como está quedando demostrado, hunden mas a la economía real. Lo que se pretende ocultar, es que el problema de la deuda no ha sido de los gobiernos sino de la banca y las instituciones privadas. Es lógico exigir ahora que sea la banca la que asuma su fracaso y absorba las pérdidas. Es lo que hay que declarar en Grecia y en todos los países que le dieron carta libre a la banca para que ésta hiciera y deshiciera a su antojo. Para colmo, gran parte del endeudamiento público generado a partir de 2007 se debe justamente al irrisorio esfuerzo de los gobiernos por rescatar a una banca víctima de su propia mordaza: el apalancamiento.
Los problemas que tensionan a la economía no tienen nada que ver con la deuda pública sino expresamente con la deuda privada. Y es justamente el sector privado el que presiona a través de las agencias de calificación por un pronto rescate, lo que quiere decir inyectar mucho dinero que los contribuyentes deberán pagar por décadas. Se exige un mínimo de dos billones de euros para rescatar a la banca europea, mientras se obliga a los países a aplicar masivos estrangulamientos presupuestarios a sectores claves de la economía como la salud, la seguridad y la educación.
Alemania ha adelantado que el próximo Fondo de Rescate superará el billón de euros, sin dar señales claras de dónde sacará ese dinero. Se le sigue el juego a Estados Unidos y los planes de flexibilización cuantitativa impuestos por la Fed, como si algo hubiese avanzado esa economía tras cuatro años de crisis.
Ese dinero público que se inyecta al sector privado no va para la creación de escuelas, hospitales o nuevos desarrollos en las energías alternativas. Se destina expresa y exclusivamente a tapar los agujeros de un sistema financiero que está a punto de estallar, producto del fraude masivo en el período expansivo del ciclo. Es por tanto un dinero destinado a desaparecer en el gran agujero negro de las finanzas sin que genere ningún impulso revitalizador en la economía, tal como ha sido en Estados Unidos.
Un mundo sin banca
El problema para producir esto es que se ha creado el mito de que sin el sistema financiero nada puede funcionar. Se cree que es la profunda interconexión del sistema financiero la que facilita la vida en la Tierra y que sin una banca funcionando las 24 horas del día volveríamos a la edad de piedra. Eso es falso.
Si Goldman Sachs, JP Morgan, Deutsche Bank o Credit Suisse desaparecieran de la faz de la Tierra todo seguiría exactamente igual. En cambio, si cerraran las escuelas, los hospitales, los pozos petroleros o los laboratorios, ahí sí que ocurriría algo grave. La riqueza real se mide por la capacidad productiva de una economía y no por la capacidad de hacer fraudes financieros.
Es cierto que un cese total de la banca generaría ondas de choque en términos de aumento en las tasas de interés y caída en el valor de las acciones. Pero este shock transitorio no duraría más de un año si los gobiernos reemplazan la parte real y formal de la banca y abandonan la parte ficticia. Esta es la única manera de generar un mundo en el cual los países vivan “según sus posibilidades” y alejados de los préstamos que, de la forma en que se quieren pagar hoy las deudas pasadas, pueden tener un costo mucho más brutal en años de largo estancamiento. Ya llevamos cuatro años de crisis, ¿cuántos más quiere tener?
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