Félix Jiménez /21 de julio del 2012
Recientemente el presidente
Humala ha vuelto a plantear la necesidad de industrializar el país. Ha dicho,
por ejemplo, que el gran reto de su gobierno es encontrar un «equilibrio entre
las actividades extractivas no renovables y las industriales». Al presidente de
Loreto le dijo que para terminar con la dependencia del canon que percibe por
la explotación del petróleo, es preciso «que se desarrollen actividades
productivas alternativas». Está repitiendo lo que decía en la campaña
electoral: «no hay ningún país que sea desarrollado solo con materias primas».
¿Pero sabrá que el desarrollo industrial y la diversificación productiva
requieren de ciertas condiciones que los responsables de la política
macroeconómica que él eligió, no entienden?
La política cambiaria
actual es contraria al desarrollo industrial
Para desarrollar industria en
el marco de una economía abierta, es necesario contar con un tipo de cambio real,
estable y competitivo. Este es el instrumento idóneo que debe sustituir al uso
de los aranceles. Pero el presidente del Banco Central ratificado en el cargo
por Humala, está castigando a los productores de bienes transables haciéndoles
perder competitividad, al permitir la caída sistemática del tipo de cambio
real. En los últimos 11 meses el tipo de cambio real multilateral ha disminuido
9.6% y el tipo de cambio real bilateral 3.9%. Este último ya había caído 19.7%
entre julio de 2006 y julio de 2011. La caída del tipo de cambio obviamente
solo favorece el desarrollo de las actividades extractivas.
Cuando baj el tipo de cambio
real se abaratan las importaciones que son casi todas de productos
manufacturados. Este abaratamiento no solo agrava el escaso desarrollo
industrial de la economía al favorecer la penetración de importaciones, también
acrecienta la dependencia de la economía por bienes importados. En 1975, año
que precede a la crisis del proceso de industrialización sustitutiva de
importaciones, los bienes de capital representaban el 22.8% de la producción
manufacturera. Este porcentaje subió durante el fujimorato hasta 31.8%
en 1997 y a 44.3% en los años 2008-2011. El porcentaje de la importación de
insumos respecto de la producción manufacturera también creció
significativamente: de 33.6% en 1975, pasó a 38.9% en 1997 y a 68% en los años
2008-2011. Las importaciones de insumos y bienes de capital ahora superan al
monto de la producción manufacturera. También aumenta de manera espectacular el
porcentaje de las importaciones de bienes de consumo respecto a la producción
agrícola: de 11.1% en 1975, pasó a 40.9% en 1997 y a 51.3% en 2008-2011.
Salarios reales
estancados y agricultura atrasada
El otro requisito es la
existencia de mercados internos dinámicos. La fuerte dependencia de
importaciones que acabamos de describir constituye un escenario adverso al
desarrollo de la agricultura y de la industria. Este escenario se agrava con la
existencia de una PEA ocupada que en su inmensa mayoría percibe salarios
miserables: el 74.5% de los ocupados se encuentran en empresas de «1 a 10
trabajadores» donde el ingreso promedio, en es de 705.6 soles mensuales. De
otro lado, el actual salario real promedio representa el 27.7% de su valor real
registrado en 1973-1975 y el 37.1% de su valor real de 1960. El sueldo real
promedio del sector público está peor: equivale al 12.4% de su valor real de
1973-1975 y al 11.8% de su valor real de 1960. Esta es la razón por la cual el
brazo administrativo del Estado sufre de desnutrición crónica de conocimientos
y calificaciones.
¿Ollanta Humala sabrá que los
que perciben estos salarios no pueden ser parte de un mercado interno dinámico
que el desarrollo industrial requiere? Recuérdese que ha dejado que sus
ministros posterguen el segundo tramo de aumento del salario mínimo. Este
salario se introdujo en 1962 como instrumento de política de ingresos
precisamente durante el proceso de industrialización por sustitución de
importaciones.
Finalmente, se ha descuidado
la agricultura. Participa solo con el 8.5% en la generación del PBI y con 30.7%
del empleo, y su productividad representa solo el 28.9% de la productividad
media. A pesar de su atraso, el aumento del empleo y de los ingresos que
acompaña al crecimiento económico no genera presiones al alza de los precios de
sus productos, porque estas se neutralizan con las importaciones. Por ello un
prerrequisito para una rápida industrialización, es el crecimiento y desarrollo
de la agricultura sobre la base de mejoras en su productividad.
A modo de conclusión
El actual estilo de
crecimiento --que es anti industrialista--, está acompañado por un
aumento del empleo no calificado de la variedad que Kalecki llamaba de «picos y
palas». El PBI per cápita y los salarios reales promedio
crecieron durante el período de industrialización hasta alcanzar un máximo en
los años 1973-1975, después siguieron una tendencia decreciente hasta el año
1993 (véase gráfico). Las exportaciones reales per cápita también
siguieron un comportamiento parecido. Lo que ocurrió después revela que el
estilo de crecimiento (pro exportador) se apoya en el estancamiento de los
salarios y descuida, por lo tanto, el desarrollo de los mercados internos.
Entre 1993 y 2009 las exportaciones y el PBI crecen a las tasas promedio
anuales de 6.5% y 3.6%, respectivamente; mientras los salarios crecen a la tasa
insignificante de 0.4% promedio anual.
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