Alberto Garzón Espinosa /10/05/2012
Estamos sufriendo una crisis
financiera y una crisis económica, pero… ¿qué quiere decir esto realmente? Para
la mayoría de los economistas y tertulianos estos son procesos aparentemente
desconectados. Y, cuando hay suerte, la conexión entre ambos tipos de crisis es
poco clara y en todo caso muy débil. Tanto es así que estos días estamos viendo
cómo el gobierno español trata de rescatar al sistema financiero con medidas
que única y exclusivamente se refieren al mundo de las finanzas, sin mención
expresa al mundo de la llamada economía real. Pero, ¿qué es la economía real y
por qué se contrapone a la economía financiera? ¿qué nexos existen entre ambos
conjuntos de procesos y cómo se produce la interacción entre ambos?
Sólo respondiendo a estas preguntas estaremos preparados para responder la pregunta más inquietante de todas: ¿funcionarán las medidas pactadas entre PP y PSOE para sanear el sistema financiero?
Sólo respondiendo a estas preguntas estaremos preparados para responder la pregunta más inquietante de todas: ¿funcionarán las medidas pactadas entre PP y PSOE para sanear el sistema financiero?
Este es un post probablemente
complejo para los no iniciados en economía, pero trataré de mantener una
actitud pedagógica con objeto de hacer más fácil la comprensión de los
fenómenos tratados. He de decir que estamos ante un post fundamental para
comprender el sistema económico capitalista y, concretamente, el funcionamiento
del sistema financiero. Estoy convencido de que quien lo siga -sobre todo si
profundiza con otros materiales- adquirirá una visión mucho más clara de la
situación actual.
El sistema financiero y sus
funciones
El motor del sistema
capitalista es el crecimiento económico, cuyos fundamentos ya explicamos en su momento.
Sin crecimiento económico no hay creación de empleo ni ampliación de las
capacidades productivas -lo que supondría mejoras tecnológicas para la
sociedad-. Pero para que exista crecimiento económico debe completarse y
reiniciarse el ciclo del capital, esto es, el proceso por el cual un empresario
logra poner en marcha un exitoso proceso de producción/venta y reinvierte los
beneficios obtenidos para reiniciar el ciclo en una escala mayor. En ese ciclo
pueden distinguirse tres fases: a) la financiación de la operación, b) el
proceso de producción en sí mismo, y c) la venta del producto. Si alguna fase
no se completa el sistema entra en crisis. Como recordaréis, estas
posibilidades ya fueron
descritas aquí con más detalle.
Sabemos entonces que para que
el ciclo del capital pueda completarse, y para que haya crecimiento económico,
es necesario entre otras cosas que la primera fase -la de financiación- pueda
completarse. Es decir, las empresas que deseen iniciar procesos de producción
tienen que poder obtener los fondos de alguna parte -bien acumulándolos ellas
mismas o bien obteniéndolos del llamado sistema financiero, esto es,
pidiéndolos prestado-.
En efecto, el sistema
financiero es el conjunto de instituciones que intermedia entre los sujetos
económicos que ahorran y los sujetos económicos que invierten y consumen. Si
hablamos de una empresa productiva estamos hablando de préstamos a la
inversión, necesarios para iniciar el ciclo del capital. Esos préstamos los realizan
las entidades financieras de intermediación, que para simplificar llamaremos
bancos (aunque jurídicamente pueden ser cajas, cooperativas u otras entidades).
Los bancos tienen la capacidad
de convertir el ahorro en inversión creando dinero bancario. Como se sabe, el
banco utiliza el ahorro -el mío, por ejemplo- para prestárselo a las empresas.
La primera tarea de un banco es la de de recoger todo el ahorro posible y por
eso, entre otras actividades, los bancos compiten por captar depósitos y
domiciliar nóminas. Los bancos deciden pagar una determinada cantidad por ese
ahorro captado (digamos un 1%). La segunda tarea de un banco (1) es la de
prestar ese dinero a otro sujeto económico, es decir, a una familia, empresa o
a un Estado que necesite invertir o consumir. Por esta segunda tarea recibirá
un porcentaje mayor al anterior (digamos un 5%) de modo que la diferencia entre
ambos será el beneficio de la actividad de intermediación financiera (un 4% en
nuestro ejemplo).
El banco se limita a dejar una
pequeña parte en el banco por si hay demanda de efectivo, esto es, si la gente
va a sacar dinero de la ventanilla o cajero. Mientras no acuda todo el mundo a
sacar dinero de forma simultánea, el sistema funciona. Eso sí, como hemos dicho
el banco no presta gratis.Lo hace aplicando un tipo de interés, es decir, un
porcentaje sobre el dinero prestado.
Técnicamente hablando podemos
decir que el dinero prestado a una empresa que desea producir se convierte en
capital (se transforma en maquinaria) y simplemente espera recibir una parte de
la ganancia. En realidad el interés es una punción sobre la ganancia. O, dicho
en palabras de Marx, se produce el desdoblamiento de la ganancia en dos partes:
la que recibe el propietario del dinero -el banco- y la que recibe quien utiliza
el capital -el empresario-. Si analizamos este hecho encontramos un posible e
importante conflicto: el que se produce entre ambas partes, que luchan por
llevarse la mayor parte de la ganancia (que a su vez es obtenida sobre la base
del esfuerzo de los trabajadores). Se dice entonces que existe tensión entre el
capital financiero y el capital productivo, hasta el punto que el excesivo
poder del primero puede llevar a deteriorar la capacidad del segundo y amenazar
con una crisis (2).
El fetichismo del dinero:
¿hacer dinero sólo a través del dinero?
Hasta este punto podemos ver
que hay dos tipos de capitalistas teóricos (3). Por un lado están los
capitalistas financieros, cuyo dinero (D) se reproduce en la forma D-D’ (donde
D’>D), lo que quiere decir que en apariencia el dinero se transforma en más
dinero sin pasar por ningún proceso. Por otro lado están los capitalistas
productivos, cuyo dinero (D) necesita pasar por un proceso de producción (P) de
mercancías (M) para que de más dinero (D’), en la forma D-M-…P…-M’-D’. Tenemos
aquí dos formas posibles de hacer dinero con el dinero disponible, pero a
través de mecanismos diferentes. El ciclo corto D-D’ se corresponde con el
capitalista financiero y el ciclo largo D-M-…P…-M’-D’ se corresponde con el
capitalista productivo. ¿A quién prefieren ustedes?
Esto genera una falsa
apariencia, o lo que Marx llamaba el fetichismo del capital (4). La gente
comienza a pensar que el dinero es capaz de generar más dinero de forma
autónoma. Dado que su dinero está en el banco y al cabo de cierto tiempo el
banco le remunera un tipo de interés determinado… el individuo tiende a pensar
que es un proceso desconectado de la realidad. Lo mismo ocurre con las acciones
o lo que se llama “capital ficticio”, y que conviene detenernos a estudiar.
Las acciones de una empresa
representan el capital invertido que hay en la misma. Imaginemos las acciones
de Repsol, que representan el capital invertido en concepto de perforadoras y
toda la infraestructura necesaria para la explotación y refinado del petróleo.
Pero en realidad el dinero está ya convertido en capital, es decir, está en
esas mismas infraestructuras. El papel que simboliza la acción es en realidad
una especie de duplicado. Aunque la acción se presenta como capital y aunque se
puede comprar y vender (en la bolsa) y tiene su propio precio (que se mueve
arriba y abajo con sus propias leyes), es en realidad capital ficticio. Por eso
cuando cae la bolsa lo que percibimos es la desvalorización de ese capital ficticio.
Pero eso no quiere decir que desaparezca capital -que se mantiene en su sitio-
sino que el capital ficticio es el que desaparece. Las acciones, como todo
título financiero, son única y exclusivamente derechos de participar en las
ganancias presentes y futuras. Eso es lo que pierde valor.
De hecho también la deuda
pública es un derecho de participar en las ganancias presentes y futuras, solo
que en este caso hablamos de impuestos. Quien compra deuda pública no está
comprando las carreteras o colegios públicos sino el derecho a participar en la
siguiente recolecta de impuestos. Lo mismo ocurre con las acciones y los
títulos emitidos por las empresas (como bonos y obligaciones): no compran el
capitalper se sino el derecho de participar en las ganancias presentes
y futuras.
Si el proceso de producción
falla -no se reinicia el ciclo de capital, por ejemplo porque las empresas no
venden y no obtienen beneficios- o los impuestos son insuficientes en el caso
de los Estados, el capitalista financiero no puede cobrar su interés (la parte
de la ganancia que le corresponde). Entonces, y solo entonces, llega la crisis
financiera.
El interés y la naturaleza
parasitaria del sistema financiero
La naturaleza del sistema
financiero debe comprenderse entonces como complementaria a la del sistema
productivo en su conjunto. Es, en cierto sentido, parasitaria. Por eso autores
clásicos como Marx consideran al sistema financiero improductivo desde el punto
de vista técnico. El sistema financiero es un simple instrumento para espolear
la producción, pero a la vez puede ejercer una tensión sobre la misma. Tiene,
por lo tanto, un rol contradictorio. Sin el sistema financiero, y muy
particularmente sin el sistema bancario, no se habrían acometido grandes
proyectos -como las grandes infraestructuras; ferrocarriles, por ejemplo-
porque hubieran necesitado ser financiados poniendo de acuerdo a unas pocas
grandes fortunas.Véanse aquí los
ejemplos que describí para el caso español.
Los bancos permiten
centralizar el capital, es decir, acumular el ahorro de muchos sujetos
diferentes y poder financiar con toda esa suma las grandes inversiones vía
préstamos. Eso espolea la acumulación -el crecimiento económico- y permite al
sistema económico ampliar su potencial. Pero a la vez ese fenómeno debe
sustentarse en que dicha acumulación sea suficientemente rentable como para
pagar el préstamo. Porque como el interés viene a compartir la ganancia, sin
ésta no puede devolverse el préstamo ni pagar el interés y el sistema puede
quebrar y entrar en crisis. Este hecho contradictorio lo explicamos también aquí.
Los activos tóxicos como
manifestación de la crisis financiera
El sistema financiero ha
estado creciendo en España fundamentalmente gracias a la dinámica de
crecimiento de la actividad productiva dominante en este país, es decir, la
construcción. Esto quiere decir que ha prestado grandes cantidades de dinero a
las empresas constructoras e inmobiliarias, amén de haber especulado en los
mercados financieros internacionales (como
comentábamos aquí). Esto ha permitido al sistema financiero hacer un
negocio espectacular gracias a la cantidad de préstamos y los diferenciales de
interés (la diferencia entre lo que pagaba por financiarse y lo que recibía por
prestar).
Pero la hora de la resaca
llega cuando la actividad productiva se detiene. La burbuja especulativa
estalla y el sistema productivo, que necesitaba crédito para crecer (debido a
un penoso modelo de crecimiento basado en la desigualdad), se detiene. Las
constructoras e inmobiliarias no venden, y despiden trabajadores y quiebran. Y
el mismo sistema financiero que proporcionaba la gasolina al crecimiento económico
se limita a comprobar que su fuente de obtención de ingresos se ha secado. Ya
no hay a quién darle préstamos con los que seguir obteniendo beneficios. Y
además tiene que sufrir una desvalorización de gran parte de su activo, pues
esas viviendas, suelo y préstamos varios ya no valen lo que los contables dicen
que valen. Es decir, tiene que anotarse pérdidas.
Es entonces cuando el Estado
entra a salvar entidades. Lo que hace es una socialización de pérdidas, tapando
los agujeros con dinero público. Dinero que obtiene de la deuda pública, es
decir, prestado por sujetos que adquieren derechos de cobro sobre los impuestos
que pagaremos todos. El Estado está concentrándose en tapar los agujeros para
que el sistema financiero esté saneado, pero ahora viene el problema: ¿y
después, qué?
Imaginemos que el sistema
financiero queda perfectamente limpio gracias al desembolso masivo del Estado.
Ahora los bancos ya no tienen activos tóxicos porque el Estado se los ha
tragado. Pero, ¿a quién prestará el sistema financiero ahora? ¿con quién
compartirá la ganancia productiva? ¿a qué sujeto económico se abrazará cual
parásito?
Teniendo presente que no hay
ganancia productiva -estamos decreciendo- el sistema financiero no quiere
prestar porque será asumir pérdidas. Conclusión 1: el sistema financiero no
volverá a prestar hasta que la economía crezca. Pero por otro lado la
supervivencia del sistema financiero depende del sistema productivo, que está
hundiéndose. Es decir, cuanto más se hunda la actividad productiva, más se hundirá
el sistema financiero. Eso significa que en la medida que se siga deteriorando
la capacidad económica de los sujetos económicos -empresas, familias, Estados-
los activos que tiene el sistema financiero perderán valor, es decir, nuevas
pérdidas y activos tóxicos. ¡Sorpresa! Es decir, un pozo sin fondo porque es un
sistema que necesita chupar sangre -ganancia productiva o impuestos- para
sobrevivir.
Y de momento sobrevive con
nuestros impuestos, a falta de actividad productiva. Y esos impuestos
provienen, como se pueden ustedes imaginar, de los recortes en servicios
públicos. Círculo cerrado. Aunque ya ayer planteamos algunas alternativas, en
las próximas semanas hablaremos de las políticas radicales que hay que tomar
para salir de este agujero y círculo vicioso.
NOTAS:
(1) En realidad y según la
teoría monetaria endógena no es la segunda tarea sino la primera. Eso quiere
decir que es la inversión la que genera el ahorro y no al revés. Puede leerse mi explicación de esto aquí.
(2) Los autores poskeynesianos
consideran que en nuestra etapa de financiarización de la economía se produce
este hecho, es decir, un excesivo poder del capital financiero. Sus propuestas
de política económica son las de regular el capital financiero para liberar al
capital productivo de la carga y punción que supone su a la vez adversario y
compañero. Según su visión, de hacer esto el capital productivo tendría nuevos
espacios para permitir una nueva etapa de crecimiento económico que creara
empleo.
(3) Aquí hay que entender la
figura como rol. Es decir, el capitalista financiero es la gran fortuna que
invierte sus ahorros en el banco o el pequeño trabajador que tiene también en
el banco sus pocos ahorros para la pensión. De la misma forma que un
ciudadano puede ser un tiempo peatón y otro conductor.
(4) Marx decía: “En la fórmula
D-D’ tenemos la forma más absurda del capital, la inversión y materialización
de las relaciones de producción elevadas a la más alta potencia: la forma del
interés, la forma simple del capital, antepuesta a su mismo proceso de
reproducción; la capacidad del dinero o, respectivamente, de la mercancía, de
valorizar su propio valor independientemente de la reproducción, la
mistificación capitalista en su forma más descarada”.
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